26/09/2017 (día 14): pasamos un día distendido entre parajes kársticos en Guilin y visitando la iluminada Reed Flute Cave
Hoy decidimos levantarnos sin despertador… como os decía en la entrada anterior, llevamos varios días sin parar y necesitamos un respiro. La idea para hoy es pasar un día relajado en la tranquila Guilin y visitar las Reed Flute Cave.
Son las 9h cuando nos despierta el ruido del tráfico y los bocinazos que pegan, ¡China es puro caos! Vamos a la cafetería del hostal a desayunar, ayer vimos la carta y tenía buena pinta. Pedimos un par de capuccino con tortitas de banana que nos saben a gloria (90¥) y que nos teletransportan a Indonesia dónde comimos unas parecidas.
Salimos a la calle dispuestos a coger el bus que lleva hasta la Reed Flute Cave pero a mi marido le coge un medio golpe de calor y se encuentra muy mareado. Buscamos una sombra para sentarse, se hidrata bien y cuando se encuentra mejor, decidimos parar un taxi. Aunque es temprano, hace un calor terrible en esta ciudad. Hace 5 minutos que hemos salido del hostal y ya vamos sudando como pollos…
Le enseño a la taxista el nombre de la cueva en chino (芦笛岩) y le digo «di baiao» (así se pronuncia «taxímetro» en chino). Como acepta, subimos. En el taxi se va fresco así que mi marido se acaba de recuperar en seguida. En 15 minutos estamos frente a las taquillas de la cueva (carrera 18¥). La mujer es súper amable y hasta nos acompaña a comprar las entradas.
Compramos las entradas con su ayuda (110¥ pp) y menos mal, porque en la taquilla no hablan inglés… Tras despedirnos de ella y darle una propina por su ayuda, caminamos unos 600 metros hasta la entrada a la cueva.
Aquí esperamos unos minutos a que se forme grupo (la gran mayoría son chinos) y entramos con una guía que da todas las explicaciones en chino. No hace ni la mínima intención de decir nada en inglés a pesar de que somos 3 parejas de occidentales. Suerte que ya hemos estado en otras cuevas de este tipo y sabemos identificar las distintas formaciones. Aunque lo que más nos asombra de este lugar no son las formaciones en si (a pesar de que son muy bonitas)…
La cueva es muy grande y tiene muchas formaciones realmente bonitas, pero tiene tantas luces de colores que parece ¡una feria! Apenas se distingue nada y debo decir que nos decepciona bastante el lugar por el tinglado que tienen aquí montado.
Nos llama muchísimo la atención que los guías no ponen ningún impedimento a que la gente toque las formaciones… Ves eso y piensas «madre mía, el chino de turno se acaba de cargar cientos de años de trabajo de la naturaleza para formar esa estalactita…» 🙁 En occidente esto es ¡sacrilegio como poco!
Pasamos alrededor de una hora visitando las distintas zonas de la cueva entre explicaciones en chino. Los occidentales hacemos corrillo y vamos comentando entre nosotros el circo que tienen aquí montado… nos echamos unas risas con ellos, ¡la verdad!
En un punto de la cueva descubrimos una balsa de agua que hace efecto espejo. Nos acordamos de la Cueva de los Verdes que vimos en Lanzarote el año pasado, aunque aquella era más impresionante.
Tras recorrer todos los recovecos visitables de la cueva con un fresquito más que agradable, salimos de nuevo al asfixiante calor del exterior.
Pasamos por boxes y mi marido alucina con las vistas del baño de hombres… Son tan bonitas que no puede evitar echar una foto 😛
Decidimos hacer el viaje hasta el centro de la ciudad en bus. Cruzamos la carretera y esperamos un par de minutos a que pase el bus nº3 (1¥ pp). Desde la parada del bus vemos la montaña kárstica que alberga la gran cueva que acabamos de visitar 🙂
El trayecto dura casi 45 minutos y nos bajamos en la parada más cercana a la calle comercial Zhengyang que hay junto al hostal. Somos los únicos occidentales a bordo y todo el mundo se gira a mirarnos. Las otras parejas que había en la cueva iban con un grupo organizado.
Se nos ha hecho la hora de comer, así que buscamos dónde hacerlo. Vemos un KFC y vamos a probarlo pensando en comida no picante, pero de nuevo todo pica mogollón (88¥).
Hace un calor horrible, ¡no se puede estar en la calle! Así que después de comer, decidimos volver al hostal a echarnos un rato mientras pasan las horas de más calor.
A las 17h salimos de nuevo con intención de visitar el Parque de las 7 estrellas pero a mitad de camino nos lo repensamos. Sigue haciendo un calor brutal y vemos por internet que el parque cierra a las 18h, así que no nos dará tiempo. Llegamos al puente que cruza el río Li y decidimos bajar junto a la orilla.
Nos sentamos en el parque que hay junto al río a disfrutar de las vistas y de la brisa que corre aquí.
Lástima que no llevamos el bañador porque vemos que permiten el baño en el río. Nos entretenemos de lo lindo viendo como decenas de chinos se lanzan al agua a nadar con su ¡estilazo! Y es que como dato curioso, la mayoría no saben nadar y los que «si saben» es ¡para verlo!
Luego volvemos un rato a la calle comercial Zhengyang a dar una vuelta. Compramos un par de zumos (30¥) y los tomamos mientras vamos paseando viendo los modelitos que hay en los escaparates… son muy horteras, como de otra época.
Tras el paseo, volvemos al hostal y echamos una partida de billar hasta que se hace la hora de cenar. Volvemos a la calle comercial y nos decantamos por un restaurante que se llama «Noodles Rice Pub«. Es muy curioso porque en la planta baja es una tienda de ropa y en la planta superior, está el restaurante. Comemos de maravilla, por fin comida local no picante (118¥).
Después de una cena deliciosa y tras un día acalorado pero relajado, volvemos al hostal pasando antes por un supermercado a comprar desayuno para mañana. Dejamos las maletas preparadas y nos vamos pronto a dormir. Mañana toca madrugar para hacer otra de las excursiones más esperadas de este viaje y cambiar de destino 😉