03/10/2014 (día 18): día de relax y aventuras inesperadas en Lovina, al norte de Bali
Amanece un nuevo día al norte de Bali, en la localidad costera de Lovina. La noche se me ha hecho un poco larga… al poco de acostarnos, oí como si picaran en el cristal de la puerta. Nos levantamos los dos pensando que serían los del hotel pero ahí no había nadie. Al poco, me desperté de nuevo porqué era como si arañaran el tejado y luego, ya de madrugada volví a oír cómo picaban en el cristal de la puerta… he estado toda la noche danzando y dándole vueltas a qué serían esos ruidos.
El plan para hoy era alquilar uno de los muchos tours que hay por la zona que ofrecen ir en barca al amanecer para ver delfines. Pero ayer hablando con el dueño del hotel, nos dijo que era un saca-cuartos. Hay que madrugar muchísimo (como a las 5h) para ir en barcas atestadas de gente con escasa seguridad, y arriesgarte a no ver ni un solo delfín. Además, nos dice, que son muy caros para lo que ofrecen… Así que decidimos pasar de largo. Sobre las 9h nos levantamos y nos quedamos anonadados con las vistas desde nuestra habitación 🙂
Las 4 habitaciones del hotel dan a este bonito jardín con piscin. Al acercarnos al balcón dónde están las mesas nos damos cuenta que estamos en medio de la nada, solo hay campos de cultivo a nuestro alrededor.
Ayer la dueña del hotel nos preguntó si nos gustaban las crêpes de banana y hoy nos sorprende con un delicioso desayuno con fruta y zumos de sus plantaciones, unas crêpes de banana y miel enormes y riquísimas, y un buen café balinés. Esta mujer nos va a alimentar bien sin duda 🙂
Tras el desayuno, les preguntamos cómo podemos ir hasta el pueblo. En su web decía que tenían servicio de transfer hasta Lovina y alquiler de bicis o motos pero solo nos ofrecen un par de vespinos. No tenemos el carnet internacional de conducir y no hemos cogido una moto nunca….
Nos prestan sus bicis, y aunque salimos decididos no recorremos más que unos pocos metros. Nos volvemos al hotel a dejarlas. Teniendo en cuenta su forma de conducir creemos que no llegaríamos con vida a Lovina. El hombre nos dice que hay unos 20-30 minutos a pie, así que como no queda más remedio vamos allá.
A los pocos minutos de caminar, nos para un coche y su conductor nos dice que va a Lovina y si queremos, por 15.000 rupias nos lleva a los dos. No nos gusta mucho la idea, pero no vemos claro ir andando por el borde de la carretera con lo locos que son al volante. Así que aceptamos y en menos de 10 minutos nos deja cerca de uno de los accesos a la playa. Lovina no tiene mucho que ver… un mercado, algunas tiendas de ropa y souvenirs, algunos restaurantes y una playa.
De camino a la playa, veo unos pantalones que me gustan y después de regatearle un buen rato a la señora, le compro dos y una camiseta (280.000 rupias).
Al fin llegamos a la playa, estiramos las toallas que llevamos y aún no nos hemos acomodado que ya empiezan a venir los excuse me… ¡Oh no, qué horror! Viendo el panorama, no vemos claro el bañarnos los dos a la vez… así que primero va mi marido y luego yo. Aquí si nos podemos bañar. El agua está más tranquila que en las playas del sur de Bali y está limpia. Lo malo, las piedras enormes que hay. Suerte que llevábamos los escarpines…
Es imposible tomar un rato el sol sin que te interrumpan continuamente ofreciéndote bebidas, masajes, fruta, abalorios… ¡uff! estaríamos solos en la playa si no fuera por todos los vendedores. Al final, cansados de no tener más de 3 minutos seguidos de calma, recogemos las cosas y nos vamos a dar un paseo por la orilla. Del día de hoy a penas tengo fotos ya que dejamos las cámaras en el hotel por cuestión de seguridad.
Son las 12,30h y hace un calor espantoso. Huyendo de la chicharrina que cae y tras una buena caminata por la orilla, nos metemos en un restaurante alemán que hay en la calle principal. Tomamos un par de bratsburg con patatas fritas, una cola y una cerveza y dos helados Magnum (250.000 rupias).
Alargamos un poco la sobremesa al fresquito del restaurante y sobre las 14,15h decidimos buscar un taxi para volver al hotel. No encontramos ni uno, y los únicos que vemos junto a la playa son unos piratillas que nos piden 80.000 rupias sin opción a regatear por llevarnos. Nos parece un abuso, y de nuevo nos lanzamos a volver a pie.
Pero el calor es abrasador, apenas llevamos agua y estamos achicharrados… Llevamos una media hora andando y según Google Maps, nos queda un trecho. Junto a una casa, vemos a un par de chavales con unas motos charlando, y mi marido ni corto ni perezoso les pregunta cuánto nos cobrarían por llevarnos al hotel. Le dicen que 50.000 rupias y en este momento de calor horrible, ¡pagamos lo que nos pidan! Los chicos encantados de la vida por sacarse un dinerillo, nos montan a cada uno en una moto y nos llevan al hotel.
Son solo unos minutos de trayecto pero yo no puedo dejar de pensar que estoy en la otra punta del mundo, montada en la moto de un chavalillo al que no conozco de nada (y que no deja de mirarme por el retrovisor) y, ¡sin casco! Todo el tiempo voy mirando a atrás para ver que el otro chico que lleva a mi marido nos sigue… ¡Madre mía, si sobrevivimos a ésto será un milagro! Suerte que hemos topado con ellos, al ver la distancia que recorren hasta llegar al hotel nos hubiera cogido una insolación como poco.
Al llegar, pagamos a los chicos lo acordado y nos vamos derechos a la piscina del hotel, ¡madre qué calor!
Aquí si podemos tomar el sol tranquilamente, ¡sin que nos molesten los excuse me! Tras refrescarnos, decidimos echarnos una siesta, con el calor estamos agotados. Y cuando nos levantamos sobre las 17h, de cabeza a la piscina de nuevo.
En la habitación hay para preparar café con leche. Nos tomamos uno a media tarde mientras estamos a la fresca en la piscina. Esto si es vida… si llegamos a saber lo que nos esperaba en Lovina, nos hubiéramos quedado todo el día en el hotel.
A media tarde, Niken, el dueño del hotel se acerca a la piscina y nos pregunta si nos importa si se baña con nosotros. Aceptamos sin problema y aprovechamos para conocer un poco más a la curiosa pareja que regenta el hotel, un holandés y una javanesa. Wim, la mujer se acerca al poco y nos dice que nos servirá la cena sobre las 20h.
Decidimos darnos una ducha antes de cenar y también aprovechamos para hablar un poco con los nuestros y explicarles la experiencia por Flores. Estamos tranquilamente en la terraza cuando empezamos a oir: «Geekkkoo, gekooo». ¡Nos quedamos de piedra! Y por fin le ponemos cara al animalillo que escuchábamos el otro día en la piscina del hotel de Ubud, al Geko.
Se trata de una especie de lagartija que habita en Bali y que el ruidillo que hace parece que diga su nombre pero de una forma muy graciosa. En esas que Niken se acerca y nos aclara que el ruido que oía anoche como si picaran en el cristal o rascaran en el tejado, eran los geko que hay en la finca. Por lo visto tienen alguno inquilino de gran tamaño que espero no tener el gusto de conocer 😛
En el techo del porche hay varios pero son chiquitillos y apenas hacen ruido.
A las 20h la mujer nos sirve la cena. Estamos hambrientos, no comemos nada desde las 12,30h. Nos sirve un plato casero de carne y verduras riquísimo. Cuando estamos tomando el postre, se acercan a nosotros y nos dicen que si se pueden tomar unas birras con nosotros y charlar, a lo que accedemos encantados. Nos parece una pareja muy agradable. Por lo visto, somos los últimos huéspedes antes de sus vacaciones y ya están en modo relax. Hablamos de varios temas, entre ellos la vida en Bali, la religión, costumbres en Indonesia y en España y Holanda. Y descubrimos que son una pareja encantadora, con las ideas muy claras y a quiénes no les gusta en qué se está convirtiendo Indonesia religiosamente hablando. Pasamos un buen rato con ellos con unas Bintang fresquitas.
Son casi las 24h cuando nos despedimos de ellos y nos vamos a dormir. Hemos pasado un par de horas de charla con ellos, hablando de todo un poco. Éstos momentos de compartir con otras personas en los viajes me gustan un montón 🙂
Mañana tocará madrugar un poco, dejamos el hotel y de nuevo tenemos día de tour con Dewa.