10/10/2013 (día 14): recorremos los lagos y bosques de la falda del Mt. Fuji y conocemos su belleza, sus leyendas y sus misterios…
Hoy es un día muy esperado en nuestra ruta por tierras niponas ya que tenemos reservada la excursión para recorrer los lagos y bosques de la falda del Mt. Fuji de la mano de Augusto de Fuji Turismo, y nos hace especial ilusión. En nuestro primer viaje nos decantamos por visitar Hakone desde dónde se dejó ver por unos minutos el monte más importante de Japón y en esta ocasión, decidimos visitar el Mt. Fuji de más cerca.
Como nos indicó Augusto en sus mails, nos levantamos bien temprano para tomar el Shinkansen Kodama que sale de la estación JR Tokyo y que llega a la estación JR Shin-Fuji (Shizuoka) a las 9,07h. Ya llegando a Shin-Fuji, podemos disfrutar de las vistas despejadas del monte desde el tren, ¡qué ilusión nos hace volver a verlo!
Como os comenté, teníamos planeada esta excursión para otro día pero Augusto nos contactó para cambiarla porque se preveía mal tiempo en la zona.
Al llegar a la estación, en seguida damos con Augusto. Nos saludamos y nos presenta a la otra pareja con quien compartiremos la excursión. Son un matrimonio de españoles afincados en México. Salimos a la calle y nos montamos en su monovolumen para ir hacia la primera parada.
NOTA IMPORTANTE: si tienes previsto hacer esta excursión con Augusto y quieres mantener (como hicimos nosotros) la sorpresa de descubrir in situ los lugares a los que te llevará, no sigas leyendo y pasa directamente a la próxima etapa del viaje.
Mientras nos dirigimos al primer punto de la ruta, vamos hablando un poco de todo y nos vamos conociendo. En este momento ya puedo decir que estamos totalmente satisfechos de habernos decidido a hacer la ruta con él… poder compartir experiencias niponas y aprender más sobre Japón y los japoneses con alguien que lleva viviendo más de 25 años en el país es genial. Para la otra pareja este es su primer viaje a Japón y la primera vez que ven el Fuji, van un poco a su rollo pero son majos.
La primera parada es el Santuario Fujinomiya Sengen Taisha, comúnmente conocido por Santuario del Fuji. Sus terrenos llegan hasta la 8ª estación en el ascenso al Fuji, así que se considera la puerta sagrada de entrada y es el santuario al que los peregrinos van a rezar por un buen ascenso al monte.
Tanto el agua de la fuente de purificación como la del gran estanque que hay junto al santuario, proviene de un manantial en el interior del Fuji. Dicen que tarda 10 años en filtrarse a través de él desde la cima hasta el estanque que hay junto al templo. Augusto nos dice que podemos beber de ella y así purificarnos. Hace mucho calor y humedad, y el agua está fresquita, ¡nos sabe a gloria!
Junto al estanque, encontramos a un grupo de cámaras que van grabando a un chico joven. Se trata de un mago conocido en Japón y que tiene un show televisivo. El guía pregunta y le dicen que está grabando un reportaje para promover el turismo en la zona.
Es increíble lo transparente que es el agua del manantial Wakutama Ike y la cantidad de litros de agua que hay.
Desde aquí hay una buena vista del Fuji…
Cogemos de nuevo el coche y vamos hacia las cascadas de Shiraito y las de Otodome. Son dos cascadas muy próximas al santuario. Junto al aparcamiento, hay un mercado de encurtidos, tisanas, artesanos… Probamos un rico té verde del puestos de un conocido de Augusto y caminamos unos metros hacias las cascadas.
Las cascadas de Shiraito o del velo de la novia, tienen una caída de 30 metro y una extensión de 200m.
La Catarata de Otodome debe su nombre al ruido tan grande que hace el agua al caer. Dice la leyenda que aquí las mafias amenazaban y algo más a sus enemigos.. ya que el ruido de la cascada, tapa cualquier otro sonido. Es asombrosa la cantidad de agua que cae…
Desde aquí también hay una buena vista del monte.
De nuevo volvemos al coche y nos adentramos a las faldas del Fuji. Augusto nos explica cómo un peruano de abuelo japonés acabó en el país del sol naciente, así como las dificultades con las que se encontró al llegar. La más importante: el idioma. Circulamos por una carretera estrecha como las típicas de montaña, con pendientes y curvas cerradas. Llegado a un punto Augusto nos explica que hay cámaras que graban las matrículas de los coches que entran y salen de esta zona. El motivo es que nos adentramos en los terrenos de Aokigahara Jyukai, el “mar de árboles”, más conocido como el bosque de los suicidas.
¡Como lees! Este bosque de más de 3.000 hectáreas de extensión, es el lugar escogido por muchas personas cada año para poner fin a su vida. Se trata de un bosque que nació sobre la lava de la erupción del año 854 en el que apenas hay fauna, convirtiéndose en un lugar muy tranquilo. Además, su densa vegetación hace que entre poca luz solar y que sea fácil perderse en él.
Cabe decir que en Japón, los familiares de los suicidas deben asumir los costes que puedan ocasionar con este acto (por ejemplo, si uno se tira al tren, su familia debe pagar los costes de limpieza, reparación e indemnización a los afectados), así que muchos son los que escogen este lugar alejado y “gratuito” para acabar con su vida. Ya sea ahorcados, por sobredosis de fármacos o drogas, o de inanición.
Desde la década de 1970, cada año se hacen batidas organizadas por agentes forestales, ejército y voluntarios para limpiar el bosque de cadáveres. Hasta hace unos pocos años publicaban las cifras de los cuerpos recuperados (varias decenas e incluso llegando a los 100 y pico/año), pero ya hace un tiempo que no se publican en un intento de no llamar la atención ni crear publicidad sobre ello. Augusto nos comenta que hay varios libros que hablan del bosque y de cómo acabar con tu vida aquí, e incluso alguna peli.
Los orígenes de este bosque con la finalidad de acabar con la vida, se remonta al Japón feudal, en el S. XIX. La gente de la zona abandonaba en él a los niños y/o ancianos que no podían mantener en épocas de hambruna y epidemias. Aunque ya habíamos leído algo al respecto, encontrarnos en este lugar y conocer a fondo su historia, impresiona de verdad.
Mientras seguimos circulando hacia el siguiente punto del tour, Augusto nos va explicando todo esto. Le pregunto qué ocurre si ves a alguien que se adentra en el bosque y nos dice que en ese caso, pararía e intentaría convencer a la persona para que no lo haga. Y si éste igualmente se adentrara en el bosaue, llamaría a los forestales para que tengan constancia. Nos explica que si alguien sospecha que un familiar o amigo puede haber ido allí, puedes llamar a los forestales y miran en las cámaras si su coche está en la zona o se le ha visto entrar en algún punto, pero es la familia quien debe ir a buscarlo al bosque. Los forestales no entran a por él…
Pero la cosa está en que no solo se puede acceder en coche al bosque, también puedes ir en bus o incluso andando… así que es difícil controlar la entrada de gente, ¡espeluznante! En algunos puntos vemos cintas de colores atadas a la valla que rodea al bosque o en árboles… el guía nos explica que esas marcas las dejan los indecisos. Si se lo piensan, siguen las marcas y pueden salir del bosque… pero ver tantas cintas, algunas descoloridas e incluso cubiertas de musgo te dice que esa persona no se lo replanteó y yace en el bosque… ¡uff! 🙁
Llegamos a un aparcamiento, bajamos del coche y Augusto nos acompaña un trozo hacia un sendero que entra al bosque. Nos dice que debemos seguir el camino y las indicaciones hacia la caverna de hielo pero debemos ir nosotros solos. Él no nos acompaña, si no que irá con el coche hacia la caverna, dónde nos esperará. Así ganamos algo de tiempo al no tener que desandar lo andado para volver al coche. Nos recomienda coger un jersey/chaqueta ya que en el bosque suele hacer más fresco.
El recorrido son unos 30 minutos y si lo hacemos así ganamos media hora para ver más cosas… dice que es seguro si seguimos el camino y que estemos tranquilos que si en 40 minutos no hemos salido llamará a los forestales 😀 Tendríais que haber visto la cara de la otra pareja… yo creo que se les pusieron por corbata en cuanto oyeron “no os acompaño”. Nos despedimos de él y nos adentramos en el sendero. Perdonad pero muchas fotos se ven algo borrosas, luego explico el porqué.
Es curioso pasear por este lugar. Por un lado es un bosque muy bonito, con un intenso verdor, cubierto de musgo y con el terreno de piedra volcánica. Pero por otro lado, ves esas cintas de colores y piensas a lo que mucha gente va a allí y da mal rollo… Nosotros vamos paseando tranquilamente y en silencio. Viendo el paisaje cada uno sumido en sus propios pensamientos. Confiamos en que si Augusto nos deja ir solos por aquí es que este tramo es seguro y no tiene pérdida, pero la otra pareja va con el turbo y nos dejan atrás continuamente. No tengo tiempo ni de parar a hacer fotos, así que prácticamente todas salen desenfocadas… ¡Sorry!
Reina un silencio increíble entre nosotros. Inconscientemente miras a todos lados como “buscando” y es fácil confundir las ramas y huecos bajo los árboles con otras “cosas”. Apenas hay luz, las ramas de unos árboles se abrazan con otros. Hace fresco. No se oyen animales ni el cantar de los pájaros, solo silencio… y los otros ¡venga a correr! Mi marido y yo nos damos la mano y seguimos con el camino cogidos. Sigues pensando en lo triste del lugar pero el entorno tan bonito que es… Miras unos metros más allá del camino y ves lo frondoso y espeso que se vuelve el bosque y piensas, si entro ahí me pierdo seguro.
En unos 25 minutos llegamos al final del sendero dónde nos espera Augusto y la otra pareja que iban a la carrera. Junto al camino hay un cartel que dice “Tu vida es valiosa y te ha sido otorgada por tus padres. Por favor, piensa en ellos, en tus hermanos e hijos. Por favor, busca ayuda y no atravieses este lugar solo” y un teléfono de ayuda psicológica.
Nos sorprende el cartel ya que la mayoría de los suicidios en Japón son en jóvenes de entre 16 y 30 años, y muchos lo hacen por la presión social que sienten por parte de sus mayores. Vemos que hay un camino que entra al bosque, cerrado por una cuerda. Augusto nos propone caminar unos metros por él para que veamos lo frondoso que se vuelve el bosque en un momento. La otra pareja dice que le da mal rollo pero nosotros si que caminamos unos metros y se nos ponen los pelos de punta.
Tras el impacto de este lugar, nos lleva a la Caverna de hielo de Narusawa. Formada por bolsas de gas atrapadas por la lava durante una potente erupción ocurrida hace mas de 1.100 años. Son una serie cavernas con estalagmitas fantásticamente configuradas, y que permanece helada incluso en los meses de verano.
Nos colocamos unos cascos y nos adentramos con mucho cuidado, puesto que el suelo resbala un montón y la cueva es realmente baja en muchos momentos. Bajamos por unas escaleras bien empinadas y en seguida se nota como baja la temperatura. Llegamos a un punto en el que tenemos que andar de cuclillas y con mucho cuidado para no golpearnos con las rocas y evitar resbalar. Augusto nos va haciendo fotos conforme avanzamos, se ha quedado nuestras cámaras, lo cuál agradezco.
Llegamos a un lugar dónde podemos ponernos de pie y vemos que hay un hueco en la piedra repleto de monedas, velas y amuletos. Nos comenta que es un altar por “las almas del Fuji”. Seguimos avanzando, hasta llegar junto a unos bloques de hielo. Es impresionante ver cómo se mantienen fríos aquí abajo a pesar del calor que hace en la superficie.
Tras un rato aquí, emprendemos el camino de salida. Es una buena subida y medio a gachas, así que llegamos a un claro y nos paramos a descansar. Desde aquí se ven las copas de los árboles del bosque, y es que ¡estamos debajo suyo!
Dejamos los cascos y entramos en una pequeña tienda dónde venden souvenirs y encurtidos. No nos convence nada. Volvemos al coche y nos ponemos de nuevo en marcha. Nos pregunta cómo vamos de hambre… son algo más de las dos y nos lleva a comer. El cielo se ha tapado por completo, hay unos tremendos nubarrones que amenazan con descargar y perdemos de vista el Fuji 🙁 Pasamos junto al parque de atracciones FujiQ Highland… Cuando preparábamos el viaje, nos planteamos una visita al parque pero si hacíamos el tour de hoy no nos daba tiempo al parque e implicaba pasar una noche aquí… así que al verlo, nos queda la espinita de ir, pero quedará pendiente para un próximo viaje
Augusto nos lleva a comer a un kaiten shushi, un restaurante de sushi en trenecito que mola mucho. Está genial de precio y todo ¡riquísimo! Es muy gracioso porque además de los platos que ya van pasando por la cinta y que puedes ir cogiendo, también puedes pedir platos especiales y te los trae un shinkansen 😛
Tras una comida deliciosa, nos lleva a una tienda cercana dónde productos de todo tipo por cuatro yenes. Augusto nos deja un ratito para compras y salimos cargados con vasos de té, bols, una bandeja y un mortero para semillas de sésamo como la que vimos en un restaurante de Kagoshima.
Y bien cargados, volvemos al coche y ponemos rumbo hacia los lagos. Lamentablemente, el cielo está muy, muy nublado y llueve en algunas zonas así que mucho me temo que no podremos disfrutar de los lagos con la vista del Fuji de fondo. El primero que bordeamos es el Kawaguchi-ko, el más central y el que mayor turismo acoge.
En un momento del camino, Augusto nos dice que preparemos las cámaras en modo vídeo y le demos a grabar cuando él nos avise. A los pocos minutos, pasamos por encima de una clave de sol pintada en el asfalto y empieza a sonar el himno del Fuji. ¡Nos quedamos alucinados!
Una vez termina, da la vuelta y nos dice que volvamos a grabar que ahora ¡suena la segunda estrofa del himno!
El sonido proviene del contacto de los neumáticos con unas bandas rugosas que hay en el asfalto… ¡muy friki pero mola! Y después de este momento, seguimos con la ruta hacia los otros lagos. Perdonadme pero no logro recordar bien de qué lago es cada foto, así que es posible que me cuele con alguna…
Seguimos la ruta hacia el Sai-ko, el segundo más pequeño de la zona y bordeado en su orilla suroeste por el bosque de Aokigahara. Nos llama la atención cómo una cinta intenta evitar el paso hacia él.
El siguiente punto en la ruta es el pueblo-museo al aire libre, Iyashi no Sato. En este lugar vivían varias familias hasta que en los años 60 y como consecuencia de unos delizamientos de tierra provocados por un tifón. Parece ser que quedaron enterradas la mayoría de las casas y murieron varias personas. Los supervivientes, decidieron reconstruir sus casas con los materiales que pudieron recuperar y desde entonces, la aldea es un lugar conmemorativo a aquellas víctimas.
Muchos ya no viven en ella, se trasladaron a una zona más segura pero mantienen el lugar vivo y como reclamo turístico en la zona. Usan las casas como tiendas para vender sus artesanías. Realmente hacen cosas muy bonitas.
Las casas son del estilo a las de la región de Hida, con los tejados de paja con forma gassho-zukuri.
Augusto conoce a la mayoría de los lugareños y nos dejan entrar en algunas casas privadas para ver su interior. En una de ellas, vive una viejita que perdió a toda su familia, y que nos invita a tomar un té de cebada riquísimo mientras nos deja echarle unas fotos al interior de su casa.
Paseamos por las distintas casas y entramos en algunas tiendas de artesanía. En este lugar, Augusto tiene preparada una sorpresa, y es que nos invita a vestirnos de samurai/geisha por algunos yenes. ¡Nos echamos unas buenas risas!
Esta región también es conocida por sus plantaciones tradicionales de wasabi y encontramos varios huertos plantados.
El cielo sigue bien encapotado mientras seguimos la ruta para ver los lagos que nos quedan. ¡Este lugar me fascina! Ésa combinación de tradiciones, naturaleza y mil leyendas… le dan un aire místico. Estamos totalmente satisfechos por haber decidido hacer la ruta con Augusto y estamos seguros que algún día volveremos a recorrer esta zona. Además nos faltará hacer la ascensión al Fuji en algún momento
Hacemos una parada junto al lago Shoji, el más pequeño de los cinco. En este también se concentran varios hoteles en su orilla izquierda, mientras que en la orilla derecha es dónde se encuentra Iyashi no Sato.
Augusto además es un tipo súper agradable, ha aprendido mucho sobre la cultura nipona en los años que lleva aquí y nos explica muchas cosas que desconocíamos. Comentamos dudas que tenemos y nos pide que le expliquemos nuestros dos viajes a tierras niponas, y cosas sobre nuestra ciudad. Hablamos de todo con él, política, trabajo, religión, familia… ¡Lo recomendamos sin duda!
Debo decir que los lagos me parecen un lugar idílico. Todos ellos y sin distinción. Se respira mucha calma… y estar rodeados de esos parajes fantásticos, y el Fuji tan cerquita… son el colofón a un bonito día. Lástima que el Fuji se haya vuelto tímido y no se deje ver entre los nubarrones que cubren el cielo. Aunque es curioso ver cómo las nubes lo abrazan y muestran la forma de su silueta.
Ir por la carretera que bordea el bosque de Aokigahara te hace no perder de vista lo trágico del lugar. Y ver que en los lagos más cercanos a él no hay ningún hotel ni actividad turística, te hace pensar en lo muy supersticiosos que son los japoneses.
A Augusto le supo mal que el Fuji no se dejara ver y no sé cuántas veces fuimos de norte a sur y de este a oeste buscando un sitio desde dónde poder verlo, y auqnue no hubo forma, se agradeció el detalle. Finalmente, nos quedamos junto al lago Motosu hasta el anochecer esperando a poder ver al Fuji antes de irnos. El Motosu-ko es el más profundo de los cinco lagos y el más tranquilo de todos, puesto que no hay casas ni hoteles en su alrededor por la cercanía al bosque. Normalmente ofrece una vista magnífica del Monte Fuji desde su orilla norte, la cual figura en los billetes de 1000¥.
Aquí hay un señor muy mayor con un pedazo de equipo fotográfico esperando a que se despeje el Fuji para hacer unas bonitas fotos del atardecer. Augusto nos traduce lo que dice, y nos cuenta que va allí todas las tardes para echar fotos y nos enseña algunas y son espectaculares los atardeceres que tiene captados
Pasamos un buen rato aquí, respirando la magia del lugar, viendo cómo las nubes abrazan el Fuji y escuchando solo el agua en la orilla y el canto de las cigarras, esto es algo que me sorprende… que las cigarras sigan cantando en octubre
A eso de las 18,30h volvemos a montar en el coche, con gran pesar por no haber podido disfrutar de la vista del Fuji cubriendo los lagos, pero tenemos casi 1h de camino hasta la estación JR Shin-Fuji. De camino vuelve a llover y esta vez con más fuerza. Augusto va mirando todo el tiempo por el retrovisor y las ventanillas a ver si se distingue el Fuji para dar la vuelta hacia algun lago, pero sigue bien tapado. Llegamos sobre las 19,30h a la estación de trenes.
Le pagamos la excursión a Augusto (14.500¥ pp, todo incluido), y le damos mil gracias en castellano y en japonés, y nos despedimos de él. Cogemos el primer Shinkansen Kodama hacia Tokyo que pasa y con la sensación de haber pasado un gran día.
Cuando llegamos a la zona del hotel son algo más de las 21h, estamos cansados y mañana toca madrugar de nuevo. Nos compramos la cena en un kombini de camino al hotel.
Hoy ha sido un día genial, de esos que se van directos al top ten de viajes y experiencias, y que seguro ¡recordaremos siempre!
No recibo nada por parte de Fuji Turismo, simplemente explico la gran experiencia que tuvimos nosotros haciendo su tour.