Conocemos el milenario Dolmen de la Creu de Cobertella en Roses.
Como os decía en una entrada anterior, en agosto de 2021 pasamos un fin de semana en familia descubriendo Roses, en Girona. Esta bonita población pesquera situada en la Costa Brava es conocida por sus playas de arena blanca. Pero desconocíamos que entre Roses y Montjoi, está considerada como un conjunto megalítico que permite ver diversos dólmenes y menhires. Lo descubrimos casi por azar al buscar un plan alternativo ya que el viento de Tramuntana nos gafó los planes originales de playeo. Tras visitar el centro histórico, el mirador de Santa Rosa y el poblado visigótico de Puig Rom, vamos a conocer el Dolmen de la Creu d’en Cobertella.
Dejamos el coche en una sombra junto a la carretera y subimos un camino hacia la antigua casa d’en Cobertella. Cuando ves los restos de esa masía, no te esperas para nada lo que se esconde tras sus muros.
Y es que este dolmen es el más grande de Cataluña y también uno de los más antiguos. Data del Neolítico y fue declarado monumento histórico-artístico en 1964. Aquí de nuevo, no hay ningún tipo de vigilancia ni de control. Lo que nos alucina, la verdad.
Para aquellos que no lo sepáis, un dolmen era un sepulcro o tumbas colectivas en el que enterraban de forma sucesiva durante la era del Neolítico y la Edad de Bronce. Es decir, que estas construcciones tienen nada más, y nada menos que ¡entre 6.000 y 3.000 años de antigüedad! ¡Ahí es ná!
Este en concreto, dispone de una gran galería cubierta por una losa de 4 toneladas, que mide 5,20 m de longitud, 2,45 m de ancho y 2,14 m de altura. Y entonces es cuando te preguntas, ¿y cómo se lo hacían en aquellos tiempos para mover semejantes pedruscos? Y la otra pregunta del millón, ¿cómo es posible que esta cosa se mantenga de pie 6.000 años después? ¡Increíble!
Las visitas de hoy nos han gustado muchísimo y nos dejan muy buen sabor de boca. Y también, muchas ganas de volver a seguir descubriendo la zona. Echamos un último vistazo y volvemos al coche.
Se nos ha hecho mediodía y aunque queríamos acercarnos a conocer la Ciudadela de Roses, decidimos dejarlo para otra ocasión. Nos ponemos en camino de vuelta a casa. Una vez entramos en la Autopista, buscamos una área de servicio para parar a comer. Con el estómago lleno, recorremos lo que nos queda hasta llegar casa. Durante el trayecto pensamos en que el vendaval no nos ha dejado disfrutar de las bellas playas de Roses. Pero a cambio, nos ha permitido conocer estas otras maravillas del pasado de nuestra tierra.
Sin duda después de este finde, podemos seguir diciendo que Catalunya no deja de sorprendernos y de mostrarnos una gran variedad de lugares de interés.