16/11/2017 (día 1): visitamos la Torre de Belém, el Monasterio de los Jerónimos, el Monumento a los Descubridores y disfrutamos de una fabulosa cena lusitana con vino verde
Nos levantamos con toda la calma del mundo. Desayunamos en el apartamento los dulces y zumos que compramos ayer, y sobre las 11h salimos hacia el barrio de Belém. Lugar dónde el río Tajo se funde con el Atlántico, y desde donde los descubridores portugueses se hicieron a la mar. Conocido sobretodo por la Torre de Belém y el Monasterio de los Jerónimos, este barrio nos sorprenderá por esas vistas a la desembocadura del Tajo… pero no adelanto acontecimientos.
Paramos un momento en el metro de Chiado a recargar las tarjetas de transporte Viva Viagem (5€ pp). Y seguimos caminando hasta la Plaza del Comercio dónde tomamos el tranvía 15E.
A diferencia de todo el mundo bajamos en la parada Largo da Princesa que deja a unos 5 minutos de la Torre de Belém. Caminamos hasta la orilla desde dónde hay una de las mejores estampas del lugar.
Compramos las entradas (6€ pp) y accedemos a la fortaleza construida entre 1515 y 1519 por Francisco de Arruda. De estilo manuelino, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1983.
La Torre sirvió inicialmente para la defensa de la ciudad por ello, todavía conserva sus cañones en el interior de la sala principal ubicada en la planta baja. Cañones situados frente a 16 ventanas con vistas panorámicas sobre el océano. Se puede acceder a los calabozos y ver los fosos por los que tiraban a los prisioneros.
Tras visitar la planta baja, accedemos a la torre en sí. Con 5 pisos de altura comunicada por una estrechísima escalera de caracol que requiere de un semáforo para organizar el paso de subida y bajada. De abajo a arriba encontramos: la Sala del Gobernador, la Sala de los Reyes, la Sala de Audiencias, la Capilla y una fabulosa terraza en lo más alto. Todas ellas con una estructura muy similar y un gran fuego a tierra. ¿Lo mejor de subir 5 pisos? Las vistas que ofrecen las ventanas, balcones y terraza de la torre hacia la ciudad, el Tajo y el Puente 25 de Abril cruzándolo.
Tras recorrer todas sus estancias, nos sentamos en la terraza del 1r piso un ratito a disfrutar de las vistas, del sol y de la brisa tan estupendas que tenemos.
Y antes de partir hacia el siguiente punto del día, un último vistazo de este fabuloso lugar que tanto nos ha gustado poder visitar.
Caminamos unos 20 minutos hasta el Monumento a los Descubridores. Este monumento de 52 metros de altura erigido en 1960 para conmemorar el 500 aniversario del infante Henrique el Navegante, descubridor de Madeira, Las Azores y Cabo Verde.
Se conforma por un grupo escultórico con forma de punta de carabela sobre el que el Infante abre camino a numerosos personajes que tuvieron que ver con los grandes descubrimientos de la historia de Portugal. Cuenta con un mirador en lo más alto des de el que disfrutar de una buena vista del barrio. Desde allí arriba también debe haber buenas vistas del mosaico de 50m de diámetro con la Rosa de los Vientos con un mapamundi en su centro. Pero nosotros no subimos, nos conformamos con verlo desde el suelo.
Son las 13h y decidimos buscar algún sitio para comer, siguiendo las recomendaciones de Foursquare, vamos al restaurante del Club Náutico de Lisboa. Pedimos una ensalada, un filete y un lenguado que aunque están buenos no matan, sobretodo la carne… Pero el sitio está bien ubicado, y el servicio es bueno.
Tras cargar las pilas, buscamos el paso subterráneo más cercano para ir al otro lado de las vías y llegamos a los Jardines de Belém junto al Monasterio de los Jerónimos. También declarado en 1983 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fue diseñado por el arquitecto Diogo de Boitaca, y su construcción se inició el 6 de enero de 1501 concluyéndose a finales del siglo XVI. Combina el estilo manuelino con el gótico. El Monasterio se construyó para celebrar el regreso de la India de Vasco de Gama, sobre los terrenos de la Ermida do Restelo. La iglesia donde Vasco de Gama y su tripulación pasaron un tiempo rezando antes de iniciar su gran viaje.
Cuando llegamos junto al Monasterio, vemos a la caballería formando filas frente al gran edificio, mientras espera a un coche oficial al que sigue de camino al río. Nosotros nos dirigimos hacia la entrada, y accedemos a la iglesia del Monasterio (gratis). Alucinamos con la inmensa nave compuesta por seis columnas perfectamente talladas que parecen no tener fin. En el interior de la iglesia encontramos las tumbas de Vasco de Gama y de Luís de Camões.
Pagamos la entrada al Claustro (10€ pp) y nos quedamos sin habla nada más cruzar la puerta. Debo decir que los claustros de los Monasterios y Catedrales son lugares que me encantan. Me transmiten muchísima paz, pero este me fascina. No he visto ninguno tan bonito como el de los Jerónimos. Las fotos no le hacen honor, de verdad.
Tras recorrer la 1ª planta subimos a la 2ª desde dónde se accede a la parte superior de la Iglesia, y de desde dónde hay una vista panorámica estupenda de todo el claustro.
Pasamos un buen rato recorriendo este fabulosos lugar. Al salir a la calle, encontramos de nuevo a la caballería recibiendo a la personalidad. Tras un saludo oficial, éste vuelve al coche, y se encaminan de nuevo hacia el río seguidos por los caballos.
Nosotros vamos hacia la parada del tranvía y tenemos que esperar unos minutos hasta que abren la calle al tráfico de nuevo. Justo en frente está de la parada la pastelería más antigua de Belém conocida por sus pasteles. Pero hay una cola eterna que no avanza en los 20 minutos que llevamos esperando al tranvía, así que pasamos de largo… ¡estamos ko! Cogemos el primer tranvía 15E que pasa hasta la Pl. del Comercio. Y desde allí caminamos 10 minutos hasta el apartamento, haciendo parada en el súper para comprar agua y desayuno para mañana.
Una vez en el apartamento, merendamos un poco de fruta y a las 17,30 caemos rendidos… ¡nos pegamos 2h de siesta!
Tras una ducha, de nuevo nos dejamos aconsejar por Foursquare para cenar… Estamos en el Barrio Alto y es la zona por excelencia de Lisboa para salir a cenar y de copas. Nos decantamos por el House&Wine. Tomamos un menú sorpresa, con una botella de vino verde y postres (66€) mientras escuchamos música en directo. Aunque es carillo, comemos y bebemos de lujo, con buena música y un trato excelente. Además tenemos la posibilidad de probar varios platos típicos de la región.
Bastante perjudicados después de trincarnos una botella de vino entre los dos, volvemos al apartamento. Suerte que estamos a 150m solo y no hay que subir escaleras 😛
Y tras un buen día, de esos que no se olvidan, y una excelente cena, nos vamos a dormir. ¡Mañana nos espera otro top del viaje!