18/05/11 (día 2): Recorremos los templos del norte de Kyoto y acabamos la jornada entre bambús en Arashiyama…
Hoy es nuestro «1r día» en Kyoto puesto que ayer entre que llegamos tarde y que estábamos agotados, no vimos nada… Hoy nos disponemos a ver un sinfín de templos y parques espectaculares. Nos levantamos sobre las 7h para ir a desayunar con la otra pareja. Vamos a la estación de trenes y entramos en la primera cafetería que encontramos.
Tras el desayuno, vamos a la oficina de la estación de autobuses (que está junto a la estación JR) y compramos un pase diario para los buses. Se trata de un pase con viajes ilimitados (500¥ pp). Sólo con que hagamos un par de trayectos por el centro ya nos compensa.
Y pase en mano, cogemos el bus hacia uno de los templos más conocidos de la ciudad, el Kinkaku-ji o Templo Dorado.
El autobús y su uso allí merecen un punto y a parte. Lo primero que hay que saber es que se sube al bus por la puerta trasera. Si no tienes pase diario, debes coger un ticket que te sale de una máquina junto a la puerta y guardarlo hasta el momento de bajar ya que lo necesitarás. Verás que el conductor va cantando las paradas y también aparecen en una pantalla (en las líneas más turísticas la información también aparece en inglés).
Cuando tu parada se anuncia, debes solicitar la parada. Una vez para, y nunca antes de parar, te acercas a la puerta delantera. Si tienes el pase diario, la primera vez deberás validarlo insertándolo en la máquina que hay junto al conductor por la ranura que te indicará. El resto de veces que lo utilices a lo largo del día, debes mostrarle la fecha de validación al conductor.
Si no llevas pase diario, debes insertar el ticket que recogiste al entrar -indica el número de la parada dónde has subido-. La máquina te calculará la cantidad que debes pagar en base al trayecto hecho, e insertas las monedas o el billete (devuelven cambio). Aunque lo más cómodo si no llevas un pase diario es hacerte con una tarjeta de prepago contactless así es todo mucho más ágil. El conductor, como en todas partes se despedirá de ti con un «arigato gozaimasu» (muchas gracias).
Tras unos minutos, llegamos al Kinkaku-ji, compramos la entrada (400¥ pp) y entramos. ¡Qué lugar tan impresionante!
El templo fue construido originalmente en 1397 como villa de descanso del shogun Ashikaga Yoshimitsu y sus paredes están recubiertas de pan de oro. Fue declarado Patrimonio de la Unesco en 1994. En su interior alberga algunas estatuas de Kannon pero está prohibida la entrada. Posee un magnífico jardín, y su estanque es conocido como Kyōko-chi o Espejo de agua. En él hay varias islas y piedras que representan la historia de la creación budista.
¡Qué pasada de templo! Esas paredes externas en oro, sus jardines zen, el estanque… todo aquí es bonito.
Tras las fotos de rigor del reflejo del templo sobre el estanque y de quedarnos literalmente embobados mirando esta maravilla, acabamos recorrer sus jardines. Y lo hacemos rodeados de cientos de escolares… ¡está hasta arriba de niños con gorritas la mar de monos!
En varios puntos vemos una serie de piedras con dos cuencos, uno de piedra y otro de cobre ubicadas a unos 3-4 metros de la baranda que rodea el jardín.
La gente tira monedas intentando acertar y vemos un cartel que dice que trae buena suerte si lo metes en el de piedra, y si lo haces en el de metal (mucho más pequeño) tendrás gran fortuna. Todos lo intentan sin acertar pero cuando llega mi turno… ¡¡CANASTA!! Metí la moneda en el cuenco de metal y todos los locales que había a mi alrededor me vitorearon y aplaudieron. ¡Qué bueno, menudo momento!
Antes de salir del recinto, encontramos un pequeño templo de madera con su altar acompañado por velas, quemador de incienso y campana para llamar a la oración. Nosotros encendemos unos inciensos y una vela que compramos allí por nuestro recién estrenado matrimonio.
Tras recorrer los jardines nos dirigimos a la salida. Un grupo de escolares nos para y nos preguntan en inglés si nos pueden hacer una pequeña entrevista para un trabajo del instituto. Les decimos que si encantados. Nos preguntan de dónde somos, qué nos ha parecido el lugar, qué es lo que más nos ha gustado de Kyoto, cuál es nuestra comida favorita… Tras el cuestionario, nos regalan un par de amuletos y nos piden hacer una foto de grupo. Ya nos ves a los dos rodeados de escolares. La otra pareja se reía pero luego también los «atacaron» a ellos unos cuantos grupos.
Empezaron a venir más y más grupos, todos nos hacían las mismas preguntas y luego pedían una foto de grupo. Dedujimos que era un cuestionario que tenían que hacer a extranjeros y cómo éramos los únicos visitando el lugar en aquel momento, pues todos nos preguntaban a nosotros. Por un momento pensamos que no podríamos salir del templo con tanto escolar, pero al final decidimos separarnos para dar menos el cante y pudimos salir.
Tras la visita a este templo y quedar tan impresionados con él, fuimos dando un paseo de unos 20 minutos a pie para ver el siguiente de nuestra ruta, el templo Ryoan-ji. Construido en 1488 por una rama del budismo zen, cuenta con uno de los Karesansui (jardines zen secos) más famosos del mundo. Compramos las entradas (500¥ pp) y recorremos sus jardines hasta llegar al templo que alberga el jardín seco, que como todos en Japón, nos parecieron realmente impresionantes.
Se siente una gran paz al pasear por los jardines japoneses. Especialmente en estos en los que tan solo escuchamos el ruido del viento entre las hojas, el agua correr y los pajarillos cantar… ¡uno recarga las pilas a base de bien allí!
Después de recorrer los jardines que son enormes, entramos al interior del templo, eso si, ¡siempre sin zapatos! No lo he comentado antes, pero es muy recomendable llevar zapatos cómodos y fáciles de poner y quitar, y sobretodo unos calcetines decentes. En prácticamente todos los templos hay que entrar descalzos ya que así se mantienen mejor los suelos de madera y de tatami. Nos daba un poco de grima dejarlos a la entrada como nos decían porqué íbamos con el chip de aquí que igual nos los robaban… pero en realidad no hay ningún problema, al salir siempre estarán dónde los dejaste.
Recorremos el interior del edificio y salimos al jardín zen… ¡qué pasada, nos quedamos un buen rato embobados allí!
Pasamos un buen rato sentados admirando el lugar e intentando imaginar cómo consiguen rastrillar las piedras con tanta perfección…
En este templo también encontramos escolares que muy educadamente nos hacen los cuestionarios y aquí algunos incluso nos piden la dirección de casa para mandarnos la foto. Se la damos bastante incrédulos de que nos la vayan a enviar… ¿¿cómo van a hacer eso unos críos estando al otro lado del mundo??
Después de un buen rato allí, salimos de nuevo a la calle principal dispuestos a visitar más templos de la zona norte de Kyoto. Encontramos una pequeña zona de bosque de bambús y nos quedamos maravillados…
Justo enfrente vemos el Renge-ji, un templo chiquitito de entrada gratuita. Y nos sorprende descubrir que algunos templos y santuarios no están vigilados porque a nadie se le ocurriría tocar o coger nada, son así de educados. Nos descalzamos y nos acercamos al altar para verlo con detalle. Antes de irnos, echamos unas monedas en el cajón de los donativos.
Junto al templo, encontramos un gran cementerio y nos alucina ver que está entre las casas. Nos llama la atención cómo allí tienen cementerios en los patios traseros de las casas mientras que en occidente intentamos alejarlos al máximo de las poblaciones. Está claro que el concepto muerte tiene un sentido distinto según las culturas y religiones de cada lugar.
También vemos una máquina de bebidas y decidimos probarlas por primera vez. Nos decantamos por unas que tienen pintadas personajes de Dragon Ball. Pagamos 100¥ por lata y disfrutamos de esta frikada que solo es posible en Japón. Se trata de una bebida energética que nos sabe a gloria con el calor que hace…
Tras la parada en boxes, seguimos con la ruta de templos. Entramos al Ninna-ji (500¥ pp) y de nuevo… ¡menudos jardines! Es un complejo de edificios a cual más impresionante. Yendo de uno a otro, vemos una pareja de novios tradicionales haciéndose unas fotos, ¡mola!
También declarado Patrimonio de la Unesco en 1994. Fue construido como el templo principal de la Escuela Omuro y usado durante muchos siglos como Palacio Imperial. Este templo cuenta con una de las pagodas más altas del país, de las pocas de 5 pisos que se conservan en todo Japón.
El lugar más interesante del recinto es el Goten, la antigua residencia del sacerdote principal y que se encuentra rodeado por el jardín de rocas.
Es fantástico poder recorrer descalzos sus pasadizos elevados de madera pulida rodeados de esta maravilla de jardines.
Éste también tiene un jardín seco que rodeado por el estanque y el verdor de sus jardines, aún luce más bonito que el del Ryoan-ji. Y nos encanta poder entrar en la salas con suelos de tatami… es muy agradable el tacto de éste al caminar sobre él.
Estando aquí ocurre lo que para un viajero amante de las fotos es una verdadera tragedia: me quedo sin batería y la de repuesto resulta que ¡también está agotada! El día de la boda dejé que mi cámara rodara de mano en mano para poder tener unas primeras fotos del día. Pero resulta que me gastaron la batería de repuesto y nadie avisó ni yo caí en comprobarlo antes del viaje. Suerte que vamos con otra pareja y ellos echan las fotos del resto del día y luego las comparten con nosotros.
Tras recorrer las distintas zonas que conforman uno de los templos más grandes de Kyoto, decidimos dar por finalizada la mañana de templos. Se acerca la hora de comer, aquí no vemos ningún sitio interesante y hace un calor impresionante. Aprovechando que tenemos el bono del bus, cogemos uno que nos acerca a la zona de Enmachi.
Nos decantamos por un bar chiquitín con pinta de no haber recibido un guiri en su vida. Comemos nuestros primeros yakisoba de verdad que nos saben a gloria. Con la barriga llena, cogemos de nuevo el bus para ir hacia la zona de Arashiyama.
Al llegar a la zona, paseamos un buen rato en búsqueda de un pequeño templo, el Gio-ji, recomendado en el blog de Chavetas . Pero no nos acabamos de situar puesto que en los mapas que llevamos, esta zona no sale bien definida. En un momento dado, nos encontramos parados en una esquina intentando situarnos, cuando vemos que una mujer sale de su casa y se nos acerca.
Nos pregunta en inglés chapurreado si nos puede ayudar y le pedimos indicaciones para llegar al templo. Nos dice que esperemos un momento. Entra de nuevo en su casa y al momento sale con un mapa en la mano. Nos indica cómo llegar y nos regala el mapa, ¡nos quedamos alucinados! Le damos un domo arigato (muchas gracias) bien sonoro y nos vamos hacia dónde nos ha indicado pensando en la enorme amabilidad de la señora. Es triste decirlo, pero no estamos acostumbrados a esto.
De camino al Gioji visitamos alguno de los templos que hay de paso por las callejuelas de este barrio de Kyoto, entre ellos el Seiryo-ji (entrada gratuita). Como volvimos en el 2º viaje, os comparto una foto.
Y siguiendo las indicaciones de la mujer, llegamos al Gio-ji (500¥ pp) y nada más entrar en su jardín entendemos porqué lo recomendaban tanto… ¡¡es precioso!! El lugar más relajante que he visto en mi vida y además tiene un bosque de bambú enorme que rodea el jardín del templo. No tengo fotos de este primer viaje, pero como volvimos en el 2º viaje, os dejo un par de fotos de entonces.
Pasamos un buen rato recorriendo el lugar. Hay un gatito blanco en el templo que nos sigue durante toda la visita para que juguemos con él. Nos descalzamos y entramos al pequeño edificio que conforma el templo y vemos que hay un altar con figuras de Buda y fotos familiares. Este lugar sin duda ha calado hondo en nuestro corazón.
Junto al templo, vemos uno de los cementerios más grandes de Kyoto. Realmente impresiona ver tanta tumba junta y ver todos los amuletos que acumulan sobre ellas. Se respira mucha calma en el ambiente. ¡Es increíble! Y caminamos entre bambús ya que toda esta zona está formada por un gran bosque.
De allí nos dirigimos a ver el Parque de los Monos. Tras un buen paseo de 30 minutos y hacer una pequeña pausa para comprarnos una bebida fresquita y pasear por la orilla del río Katsura.
Seguimos el camino hacia el Monte Iwatayama, más conocido como el Monkey Park. Se trata de un parque en lo alto del Monte en el cual viven monos típicos japoneses a los que te puedes acercar o dar de comer. Pero son más de las 18h y el parque ya ha cerrado. Si tenemos tiempo volveremos en otra ocasión porqué pinta chulo.
Tomamos de nuevo un autobús y volvemos al hotel. Arashiyama queda fuera de la zona de cobertura del pase, así que se debe pagar un pequeño suplemento (no recuerdo cuánto era pero creo que no más de 200¥).
Al llegar a la estación JR Kyoto, bajamos al sótano como ayer y compramos de nuevo un par de cajas de bento. Nos vamos a cenar a la habitación del hotel. Hoy ha sido un día agotador, mucho calor, mucho caminar y muchos templos, eso sí, ¡a cuál más impresionante!
P.D: Para nuestra sorpresa, unos días después de volver a casa tras el viaje, encontramos esto en el buzón de casa:
Dos grupos de escolares nos mandaron una carta dándonos las gracias por su ayuda junto a las fotos que nos hicimos con ellos. ¡Qué grandes!
Ais esos alumnos!!! son tan majos…y hace tanta ilusión recibir la carta… ^_^
que buenos recuerdos me traes!!