Reflexiones del tercer viaje a Japón…
Hace unos años que volvimos de nuestro tercer viaje a tierras niponas… Ya conocíamos el país del sol naciente e íbamos con cierto temor de que nos pudiera defraudar después de 7 años de nuestra última visita. Japón es un país con tanta cultura, tanto patrimonio y esa gastronomía que nos chifla que era difícil que esto ocurriera. Pero volvimos de esta 3ª vez con la sensación de haber entrado en la «fase 2 de Japón». Por ello quiero compartir mis reflexiones del tercer viaje a Japón en 2018.
Cuando volvimos del primer viaje en 2011 pensábamos que Japón nos había enamorado por el hecho de haber disfrutado de nuestra luna de miel allí. En parte nos daba miedo que nos defraudara en un 2º viaje y mucho más en un 3º. Pero como os decía, es realmente difícil porque es un país que tiene mucho que aportar. En las reflexiones del segundo viaje os contaba que Japón nos caló hondo la 1ª vez, y mucho más a fondo la 2ª. Es un país que nos llama mucho la atención. Nos enseña que hay formas muy diferentes de vivir fuera de nuestras fronteras. Que un país basado en el respeto, la educación, las buenas formas y los valores, existe. Un lugar en el que combinar practicidad, modernidad y tradiciones a la vez. Japón te abre la mente.
Cuando uno llega por primera vez a Japón, hay tantas cosas que te alucinan que es difícil ver más allá. Con la serenidad del segundo viaje, nos empezamos a percatar que no es el país idílico y que hay un trasfondo… Son una sociedad bastante reprimida en ciertos aspectos. Fachada en muchas ocasiones, de una vida solitaria en realidad y con una presión social enorme.
Entrando en la Fase 2...
Ya os conté que unos meses antes del viaje, antes incluso de saber que volveríamos a Japón, nos aficionamos a los vídeos de Kira-San y Fase2. Un par de españoles afincados hace años en Japón que en su canal de Youtube comparten su experiencia y explican la cultura japonesa. Os recomiendo que echéis un vistazo a sus debates, sobretodo si sois amantes de Japón o vais a viajar al país nipón. Ellos, con un toque de humor, explican en sus diferentes vídeos, las fases por las que pasa un occidental al llegar a Japón. El turista o aquél que tan sólo pasa una corta estancia en el país nipón se queda en la fase 0. La fase en la que todo te alucina al 200% y vuelves a casa soñando con volver al país. Eso nos pasó a nosotros en 2011 con el 1r viaje.
Cuando regresas a Japón o pasas unos meses viviendo allí, pasas a la fase 1. En la que te sigue enamorando el país, sigues alucinando con todo pero te empiezas a dar cuenta que hay algo más que a simple vista no se ve. Eso nos pasó a nosotros en el segundo viaje en 2013.
Y cuando te interesas más por el país nipón y su sociedad, vuelves en más ocasiones al país o bien, pasas una temporada más larga, entras en la fase 2. Es ese momento en el que te das cuenta de que hay mucho, mucho más. Te das cuenta de que la mayor parte del tiempo los japoneses son fachada. Una fachada bien estudiada y trabajada desde pequeños. Una fachada que esconde represión social, familiar y económica en muchas ocasiones. Esconde soledad. Esconde un deseo de querer hacer cosas pero no ser libre… y tristeza.
Observas que cuando son extremadamente amables contigo es porque les han educado para ser así, están como programados. Pero en realidad, quizá les gustaría enviarte a paseo en lugar de seguir sonriendo y haciendo reverencias. Te paras a mirarlos a ellos y ves soledad. Una soledad extrema. Ves parejas cenando en un restaurante en silencio, absortas en sus propios pensamientos o en sus móviles. Ves adicciones de todo tipo y una ludopatía enfermiza en cada esquina, en cada centro comercial o en esos centros de Pachinko inmensos que hay por doquier.
Silencio. En el metro, en la calle… ¡¡y hasta en el McDonadls!! No hablan, no se expresan, sólo callan y obedecen. Sólo miran a sus pantallas sin importarles lo que hay a su alrededor.
Y todo esto, fue lo que vimos en este tercer viaje. Por ese motivo, aunque Japón es un país que me fascina y al que podría viajar cada año, no viviría en él. Somos demasiado diferentes. Soy demasiado «rebelde» para la cultura nipona y sé que lo acabaría pasando muy mal. Así que yo disfruto del destino como viajera, pero que no me busquen para una larga temporada allí.
Continuamos disfrutando de Japón…
A pesar de todas las reflexiones sobre la sociedad nipona que tuvimos y la cantidad de debates que nos generó durante y después del viaje, también disfrutamos de Japón. ¡No os penséis! Disfrutamos al máximo de su gastronomía. Ya conocéis mi lema de «si me quieres hacer feliz, dame de comer japonés». Tengo hasta un hastag en Instagram 😛 (#simequiereshacerfelizdamedecomerjapones).
Seguimos alucinando con muchas de las cosas que vimos y seguí disfrutando de la maravilla de estar en Asia y poder vivir el budismo en primera persona. Templos, santuarios y jardines que te teletransportan al paraíso zen y te cargan las pilas a tope.
Nos costó muchísimo hacer la ruta. Contábamos con pocos días en destino, muchas cosas en la lista de pendientes pero también muchos «top» vistos… Aún así, descubrimos Osaka como hacía tiempo que queríamos y la disfrutamos mucho. Siempre digo que ese punto gamberro no lo tienen otras ciudades niponas. Y además en esta ocasión, también pudimos disfrutar de su parte cultural y religiosa. Súper recomendable darle más oportunidades a Osaka e incluirla en las rutas 😉
Seguimos hacia Kyoto. ¿Qué decir de Kyoto? Es mi ciudad favorita en el mundo. Volvimos a recorrer barrios y templos que ya conocíamos de otros viajes como el Templo Dorado, Higashiyama o Arashiyama. Y volvió a enamorarnos. Vivimos un día de reclutamiento por un súper tifón. Nos puso en jaque junto a los japoneses pero al final, por suerte, quedó en menos de lo esperado. «Renovamos nuestros votos» encendiendo de nuevo una vela por nuestro matrimonio en el Kinkaku-ji, igual que hicimos en 2011 durante nuestra luna de miel. Disfrutamos del Gio-ji y de los bosques de bambú que tanto nos gustan de Arashiyama. Conocimos nuevos lugares y templos que teníamos pendientes desde hacía años, tanto en la ciudad como en las cercanías. Y volvimos a vivir la magia de Fushimi Inari, fue increíble bajar a través del camino de torii en la penumbra de la noche.
Con el Japan Rail Pass de 7 días activo, aprovechamos para concentrar las excursiones en Shinkansen en el centro de la ruta. Así, pudimos disfrutar POR FIN del Castillo de Himeji. Tras más de 7 años en obras por restauración, lo abrieron de nuevo al público pocos meses antes de viajar nosotros por 3ª vez al país. Así que no podía faltar en la ruta de ningún modo. La garza blanca no nos defraudó. Pero tampoco lo hicieron otros lugares de interés que esconde la ciudad. Sin duda, nuestra recomendación es darle más tiempo y ver más allá del castillo.
Hicimos una noche en Okayama para ir a visitar uno de los 3 mejores jardines de Japón con vistas a su castillo. Así sumamos este al de Kanazawa que visitamos en 2013. Aprovechamos para visitar la cercana Kurashiki. Una ciudad de esas que parece que te transporten a otra época, entre canales, puentes de piedra, museos sorprendentes y tiendas de artesanías. ¡Nos encantó!
De allí nos fuimos a Kobe. Esa otra ciudad que siempre se nos resistía y que teníamos ganas de conocer. Cosmopolita, abierta, con buena comida y una historia bastante peculiar. No dejó de sorprendernos y nos arrepentimos de no poderle dar más tiempo.
Seguimos avanzando con la ruta y llegamos a Nagoya. Pasamos 2 noches en esta ciudad que también nos cautivó. Otro de esos lugares que hacía tiempo que teníamos en la lista, y nos faltó tiempo para verla bien. Aún así, disfrutamos de su impresionante castillo, de su torre al estilo parisino y de su zona comercial tan vibrante. Y no nos podíamos ir de aquí sin visitar el Museo Toyota. Simplemente increíble. En él aprendimos que Toyoda comenzó siendo una fábrica de telas y acabó siendo la Toyota que todos conocemos hoy. También su historia y su tecnología.
Y tras unos días bastante ajetreados, llegamos a la gran metrópolis. A LA CIUDAD. Tokyo. De nuevo repetimos algunos barrios y lugares como Ueno, Ameyoko, Shibuya, Akihabara, Shinjuku, Odaiba, Ginza… pero conocimos otros que nos gustaron tanto o más. Compras, frikismo, paseos, luces de neón, miradores, torres altísimas, trenes, metros… Frente a templos escondidos llenos de tradición e historia, budas, maneki-neko, tablas ema, jardines zen… Eso es Tokyo. 40 millones de habitantes en una metrópolis inmensa capaz de hacerte sentir en un pequeño pueblo perdido en la montaña. Tecnología puntera, orden, servicios, variedad. Y a la vez, esa soledad y esa fachada de la que os hablaba antes. Aquí es dónde se hace más evidente y puedes adentrarte de lleno en esa Fase 2… Aún así, como viajera, Tokyo es mi ciudad. Si me pierdo alguna vez, me podéis buscar aquí 😛
También aprovechamos nuestros días en Tokyo para escaparnos a Kawagoe, a Setagaya y a Nakano. Lugares que recomendamos, sobretodo si no es tu primera vez en la ciudad.
¿Y ahora qué?
Y así, después de 17 días de viaje por tierras niponas una vez más, volvemos con pena a casa. Con ganas de más Japón. De volver y seguir conociendo. Nos faltan muchas regiones e islas del archipiélago por conocer y que nos encantaría estar alguna vez. Nos vamos con el pensamiento de que esta es nuestra última vez en Japón siendo dos. Deseando poder volver alguna vez siendo una familia viajera y enseñándole a nuestro peque lo bonito que es Japón y todo lo que tiene por mostrar. Pero también seguros de que pasaran unos años antes de ese 4º viaje ya que la Fase 2 ha venido para quedarse en nosotros.
Japón no sé cuándo ni exactamente a dónde, pero volveremos.
Nota:
Gracias por seguirnos una vez más en una aventura nipona y por leer estas reflexiones tan personales pero que me gusta compartir. Al final los viajes son esto: vivencias, reflexiones y crecimiento. Y yo me alegro de poder seguir Creciendo con mis viajes.
Si has llegado hasta aquí buscando información para tu viaje a Japón por libre, no dudes en preguntar todo aquello que necesites. Podrás hacerlo a través del correo o de redes sociales 😉