15/09/2020 (día 4): Maó y Cala Binidalí
La noche de hoy ha sido de órdago. Esta madrugada he hecho una crisis asmática debido a la cantidad de polvo acumulado que hay en la habitación del apartamento. Pensaba que me tenía que ir a urgencias, un desastre… Tras un rato en la calle a las 4 de la madrugada para coger aire, conseguí dormirme junto a la ventana del sofá, abierta de par en par. El peque por suerte duerme plácidamente hasta las 10,30h y podemos aprovechar nosotros también para descansar. Tras el desayuno, cogemos el coche de nuevo. El plan para hoy es recorrer Maó y volver a Cala Binidalí a darnos otro baño.
Tardamos unos 20 minutos en llegar al primer punto del día. Aparcamos en el parking de S’explanada (6€ toda la mañana) y salimos a explorar el centro. Mahón (Maó en catalán) cuenta con cerca de 30.000 habitantes y es la capital de la isla.
Caminamos hasta la Iglesia de Santa María, considerada la principal de la ciudad. Pero nos la encontramos cerrada, y nos perdemos poder ver su famoso órgano del siglo XIX, de 4 teclados y más de 3000 tubos. Nos tenemos que conformar con la vista por fuera. Aunque ya tenemos excusa para volver 😛
Justo a su lado, tenemos el bonito edificio del Ayuntamiento de Maó. Esta ciudad tiene un pasado muy rico en cuanto a historia. Por ella han pasado poblados talayóticos, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, bizantinos, normandos, musulmanes, corsarios de Barbarroja, borbones, y británicos hasta 1802. ¿Nada mal, eh? En la fachada principal del Ayuntamiento encontramos un reloj traído por el gobernador inglés Richard Kane.
Desde aquí, caminamos hasta el mirador del Puerto de Maó. La ciudad fue históricamente famosa en gran parte debido al puerto natural de 6km de longitud. Considerado como uno de los mejores del mundo, es una gran puerta de entrada a la ciudad del Mar Mediterráneo. La vista desde aquí es preciosa y se pierde en el horizonte sin llegar a ver el mar abierto.
Seguimos caminando por calles empedradas hasta la Plaza del Príncipe. Situada a pocos pasos del puerto encontramos algunos puntos interesantes, como el Mercado del Pescado. Como su nombre indica, es una lonja de pescado. No entramos porque no vamos a comprar nada, pero dicen que si quieres comprar pescado o marisco, este es el mejor lugar para hacerlo.
En la plaza también encontramos el Mercado del Convento del Carmen. Un mercado de comestibles, frutas, verduras, plantas, zapaterías y souvenirs construido en el antiguo claustro del Convento del Carmen. Aunque no vayas a comprar nada, vale la pena acercarse hasta él para recorrer sus pasillos y su patio central.
Después entramos en la bonita Iglesia del Carmen, una de las más antiguas de la ciudad. Pero están haciendo misa y nos sabe mal visitarla. Así que echamos una foto desde la puerta e intentaremos volver a recorrerla.
La verdad es que el peque se ha portado genial toda la mañana. Decidimos llevarlo en el porteo y ha dormido un buen rato mientras nosotros disfrutamos del centro histórico de la ciudad.
Se nos hace la hora de comer. Decidimos buscar un restaurante por aquí y así poder darle al peque también. Entramos al restaurante vegetariano Clorofil·la situado por detrás del Ayuntamiento. Pedimos un par de menús del día que están deliciosos con bebida (31€) y aprovechamos para darle una crema al chiquitín. Después de comer, nos acercamos al Mercadona que hay en el polígono de Maó a hacer la compra para los próximos días.
Volvemos al apartamento de Binibeca a dejar las cosas y nos echamos un ratito. Después, salimos con el coche de nuevo hasta Cala Binidalí. Ya estuvimos aquí el primer día en la isla y nos encantó. La tenemos muy cerca, apenas a 15 minutos del apartamento y es una cala muy tranquila para ir con el peque. Al llegar, de nuevo lo ponemos en el porteo para bajar hasta la cala.
Hoy me he traído la cámara acuática y aprovechamos para hacer un poquito de snorkel y poder mostraros el fondo de esta playa. Se ve algo oscuro porque al poco de llegar, se nubló bastante. Aún así, se aprecian sus aguas cristalinas.
Tanto el peque como nosotros disfrutamos de lo lindo. Hay muy poquita gente y a pesar de que se ha nublado, se está en la gloria. Al estar situada entre grandes acantilados, el mar es como una balsa.
Cuando cae el sol, recogemos los bártulos y volvemos al apartamento. Después de una buena ducha y de cenar, acostamos al peque e intentamos llegar a un acuerdo con los anfitriones del apartamento. El lugar está MUY SUCIO. Aunque hemos limpiado, habría que lavar todas las cortinas, colchas, sábanas, fundas de cojín y remangarse a fondo. No os exagero… os dejo unas fotos representativas. Veréis lo sucias que estaban sus toallas, servilletas, cocina, armarios, baño… todo repleto de polvo, restos de comida/grasa u hongos.
Ya no aguantamos más en este sitio, es un auténtico desastre vaya. Y los anfitriones siguen enrocados en que el lugar se ha limpiado y desinfectado a pesar de enviarles fotos que demuestran lo contrario. Finalmente, decidimos que un alojamiento y unos trepas no nos van a fastidiar las merecidas vacaciones. De modo, que buscamos un nuevo alojamiento para los días que nos quedan en la isla con entrada mañana.
Al recibir la confirmación de la reserva, escribo al nuevo anfitrión preguntando la hora de entrada y asegurándome que el lugar esté limpio a nuestra entrada. Le explico brevemente la situación en la que nos encontramos y nos asegura que lo estará. Podemos entrar a partir de las 16h porque tiene unos inquilinos que se van por la mañana y necesitan al menos 3h para limpiar a fondo y cumplir con la normativa de desinfección del COVID.
Pasamos mala noche de nuevo, pero con la esperanza de que mañana dejamos este lugar horrible y podremos acabar de disfrutar de nuestros días en Menorca.
Nota: como en Son Saura, con Binidalí nos ocurrió lo mismo. Que tras un gran temporal de mar como el que hubo unos días antes de nuestro regreso a la isla un año más tarde, las playas cambien drásticamente. Y es que pasamos de verla como nuestra cala favorita, a casi no poder estar en ella por la cantidad de posidonia que había…