24/09/2014 (día 9): excursión de medio día a la Meseta de Dieng Plateau para ver su volcán y templos de Yogyakarta
Nuevo día en Indonesia dónde conoceremos el volcán Dieng Plateau y más templos de Yogyakarta. Esta noche nos ha costado dormir ya que de madrugada oímos la llamada a la oración de las mezquitas cercanas. Por suerte la cama es la mar de cómoda y en seguida cogimos el sueño de nuevo hasta las 7h que suena el despertador. Nos vestimos y bajamos a desayunar. Tenemos desayuno buffet incluido en el precio del hotel. Disfrutamos de un buen café javanés y unos dulces que nos saben a gloria. Volvemos a la habitación a por las cosas y antes de las 8h estamos en la recepción dónde nos recoge Ajo, el conductor que tenemos contratado con Kioto, el guía en Jogya.
De nuevo nos topamos con un tráfico brutal y nos cuesta casi 1h salir de la caótica Yogyakarta. A las afueras recogemos a Kioto, tal y como quedamos ayer. Hoy nos espera otro largo día de carretera para llegar hasta la meseta del volcán Dieng Plateau, al norte de Yogyakarta.
¿Y qué nos espera en Dieng? Se trata de una zona montañosa en el centro de Java a más de 2.000m sobre el nivel del mar. Una zona mucho más rural, lejos de las grandes ciudades de su caos y por tanto, más tranquila. Su nombre proviene de «Di Hyang» que significa «Morada de los Dioses» y es que en esta zona, se construyeron más de 400 templos hindúes alrededor del 750 dC. Mucho más antiguos que los grandes Prambanan y Borobudur. Están consideradas como las construcciones de piedra más antiguas de Java.
Lamentablemente, apenas se conservan 8 templos de esos 400. La mayoría de ellos están en ruinas. También nos espera la visita a uno de los cráteres volcánicos de la zona, y eso de ver volcanes a nosotros ya sabéis que ¡nos encanta!
Lo malo es que como ya avanzaba, aunque Dieng está solo a unos 150km de Yogya, la espantosidad de sus carreteras y su tráfico hace que este viaje sea muy largo, ¡3h y media de trayecto! Nos armamos de paciencia, intentamos no mirar demasiado hacia adelante para no morir del susto por la conducción tan temeraria que tienen, y aprovechamos para charlar con Kioto que nos sigue contando cosas interesantes sobre su país y su gente.
Si hasta Wonosobo la carretera es mala, de ahí al Dieng ya es peor… una carretera de montaña súper estrecha, con cientos de curvas, un sólo carril la mayor parte del tiempo y una pendiente importante. Ahora, las vistas son geniales. Ver esos campos de cultivo en terraza a lo largo de la ladera de las montañas no tiene precio.
Paramos en un mirador junto a la carretera en la que han montado una tienda y un WC cochambroso por el que cobran entrada, y en el que nos cobran 1.000 rupias solo por aparcar. Esta gente ve negocio por doquier. Al menos las vistas desde aquí de todo el valle valen la pena.
Seguimos unos minutos más hasta llegar a la meseta del Dieng. Pagamos una retribución de 3.000 rupias pp. Es como un peaje. Aparcamos en el complejo de templos y pagamos la entrada que da acceso a todos ellos y al cráter del volcán (25.000 IDR pp). Ajo nos espera en el coche y nosotros salimos con Kioto a ver los primeros templos del día -por fin-. Antes de seguir con el relato, os dejo un mapa de la zona para que os sea más fácil situaros según os vaya contando:
Como os decía, el complejo conocido como Candi Arjuna. Cuenta con una serie de templos, cada uno dedicado a un dios hinduísta. Es un terreno muy grande pero apenas quedan los restos de lo que en su día debió ser.
Vemos algunos montones de piedras y le preguntamos a Kiot. Nos dice que son restos de templos. Los apilan intentando buscar correlación entre ellos para algún día restaurar el complejo. En algunos ya trabajan. Y otros están en buenas condiciones e incluso se puede entrar a su interior.
Nos alejamos un poco para poder tener una perspectiva del lugar y luego caminamos unos minutos a través de un camino, desde el cuál nos enseña un par de templos que están entre campos de cultivo. Volvemos al coche y Ajo nos lleva hasta el siguiente templo de la zona: el Candi Gatotkaca.
Lo bueno de visitar esta zona es que estamos prácticamente solos. Tras la rápida visita (no hay mucho por ver en este templo), volvemos al coche y recorremos unos cuantos kilómetros más hasta el siguiente punto. Aprovechando que estamos en zona volcánica, hoy veremos ¡más cráteres! Aparcamos y nos vamos hacia el Sikidang Kawah. Alucinamos, estamos en el ¡mismísimo cráter de un volcán activo! Aunque ya estuvimos en Bromo, aquí nos impresiona mucho más. El suelo está caliente, sale humo por doquier, huele a huevos podridos, hay trozos de azufre y el agua que hay en pequeños charcos burbujea. Además notas movimiento bajo tus pies.
Nos acercamos a una zona cercada y al asomarnos vemos que hay ¡¡lava burbujeando!!
Cuando piensas en la temperatura que debe tener eso te pones malo. Si cayeras ahí te desharías, literalmente, en cuestión de segundos. Piensas en el lugar que estás y se ponen los pelos de punta. Pero a la vez nos maravilla el poder disfrutar del espectáculo que nos brinda de nuevo la naturaleza. Y es que aunque los templos de esta zona no son gran cosa, poder disfrutar de ésto, hace que el viaje hasta aquí haya merecido la pena.
Rodeamos el cráter burbujeante y flipamos en colores con lo que vemos.
Kioto nos deja a nuestro aire un rato y pasamos más de media hora aquí, dándole vueltas al cráter y quedándonos con esta experiencia grabada en la retina. De vuelta al coche, pasamos junto a unos puestos dónde venden verduras y comida típica de la zona así como figuras hechas con azufre del estilo a las que vendían los mineros del Ijen.
De camino al siguiente punto, paramos un momento a echarle la foto a un templo que queda junto a la carretera, el Candi Bima.
Y proseguimos unos kilómetros más hasta llegar a los lagos Telaga Warna y Telaga Pengilon, nuestro último punto en el tour por la meseta del Dieng. Aparcamos junto al Dieng Plateau Theater, una especie de observatorio. Pero nosotros no entramos en él, si no que caminamos unos minutos por un camino de tierra en ascenso hasta una pequeña cima. Desde la que podemos contemplar la vista panorámica de los lagos. Aquí pagamos 5.000 rupias pp para poder acceder a ese «mirador».
Nos sorprende encontrar aquí arriba a unos cuantos locales construyendo una plataforma de madera y Kioto nos dice que es para ¡echarse la siesta a la sombra! Madre mía… De los lagos sorprende ese contraste de color entre ellos, formados sobre el cráter de dos volcanes.
El lago turquesa es de ese color por la mayor concentración de azufre en sus aguas. Los lagos se pueden visitar de dos formas, una como hacemos nosotros con una vista panorámica y otra, pagar 100.000 rupias por persona para poder bajar hasta la orilla y recorrerla, junto a la visita a unas cuevas que hay cerca. El precio nos pareció excesivo así que preferimos verlos así y pagar solo 5.000 rupias pp.
Tras unos minutos disfrutando de las vistas, volvemos al coche. Son más de las 14h así que volvemos a Wonosobo para buscar un sitio dónde comer. Kioto nos comenta que esta pequeña ciudad cuenta con el 1r restaurante chino que se abrió en Indonesia. Por lo visto los primeros inmigrantes chinos que llegaron al país, se asentaron en esta zona. Nos comenta que se come bien y que es barato, así que allá que vamos. Se trata del Asia Restaurant y data de los años 1960. Tienen comida típica de varias zonas de China. Cogemos unos cuantos platos y los compartimos para poder probar más cosas 🙂 (181.500 rupias los dos).
Después de comer, y antes de iniciar el camino de vuelta a Yogya, Kioto nos propone entrar al mercado de Wonosobo y así conocer cómo es un mercado javanés. Aceptamos y nos adentramos en un laberinto de puestos de verduras, hortalizas, frutas, huevos, carne, pescado, ropa, cosas para el hogar y todo lo que uno pueda necesitar.
Kioto nos explica el uso de muchas plantas medicinales. Los indonesios utilizan muchísimo la medicina natural, y nos explica qué son algunas frutas y verduras que no conocemos y que son típicas de allí. Hablamos de recetas. Intercambiamos curiosidades sobre alimentos de aquí y de allí, y nos cuenta muchas cosas sobre la gastronomía javanesa.
Flipamos con las condiciones en las que tienen algunos alimentos. Pero creo que ellos flipan aún más con nosotros. Nos miran con cara de no haber visto un occidental en su vida. En un momento dado, estábamos frente a un puesto del mercado escuchando a Kioto que nos enseñaba unas verduras típicas del país cuando noto que alguien me toca el hombro.
Me giro, y me encuentor a una señora mayor que me mira con cara de impresión/asombro mientras me toca con un dedo el hombro. Es como si estuviera comprobando si soy real. Increíble. No hay persona en el mercado que no nos mire con cara de alucine… y confirmamos con Kioto que debemos ser los primeros occidentales que lo visitamos.
Tras un buen rato aquí, decidimos emprender el viaje de vuelta. Si la ida se hizo pesada, la vuelta ni os cuento. Hay un tráfico espantoso, y de nuevo vivimos el horror de la conducción indonesia. Adelantamientos con coches o camiones que vienen de frente y con línea continua, circular por el arcén para adelantar o correr más, bocinazos y luces continuas, 3 hileras de vehículos en dos carriles… vamos que es un cague ir en coche aquí y eso que vamos en los asientos de atrás, ¡¡no quiero ni pensar lo que debe ser conducir allí!!
Le preguntamos a Kioto si llegamos con tiempo de ver los templos budistas de Mendut y Pawon y nos dice que si. Así podemos aprovechar un poco más el día y mañana no iremos tan apretados. Tras 2 horas de coche, aparcamos frente al primero de ellos.
Estos templos forman parte del complejo budista de Yogyakarta junto al Borobudur. El guía nos cuenta que una vez al año, budistas de muchos puntos del país acuden hasta aquí para hacer una procesión que empieza en estos dos templos y acaba con un recorrido por el Borobudur hasta «alcanzar el Nirvana». Menuda procesión… hay varios kilómetros de distancia entre los templos.
Compramos la entrada combinada para los dos tempolos (3.300 IDR pp). Primero visitamos el Candi Pawon, dedicado a Kubera. El dios budista de la riqueza.
Estamos solos aquí, así que podemos disfrutar de la visita con calma. Nos impresionan los relieves de sus paredes. Dentro se intuye dónde se hallaba el Buda de su interior así como un quemador de incienso, pero hoy en día está vacío.
Las estupas y el tipo de piedra recuerdan mucho a las del Borobudur, el templo madre del budismo. El Candi Pawon está rodeado de un pequeño jardín. Me llaman la atención los bonsai de Flor de Camboya que hay y que tan bien huelen.
Junto al templo hay varias tiendas y entramos en una que nos llama la atención por tener figuras hechas con piedra volcánica como la de los templos. Kioto nos alerta que venden figuras hechas con dos tipos de piedra. La volcánica de verdad que cuando echan agua sobre ella la absorbe, y otra «sintética» que la repele.
Sabiendo el truco, nos adentramos en la tienda para comprar una estupa como las del Borobudur. Ese templo nos marcó y queremos tener algo de él en casa. Así que tras mirar todas las que tienen y comprobar cuáles son las buenas, regateamos por una que nos gusta y que conseguimos por 150.000 rupias.
Tras la compra, volvemos al coche y nos dirigimos al otro templo budista de la zona: el templo de Mendut.
Por fuera, su aspecto es muy similar a los otros templos que hemos visitado hoy. Aún así, le damos una vuelta y disfrutamos del realismo de los relieves de la piedra. En sus muros se cuentan leyendas que Kioto nos resume.
Hay un par de chicas jovencitas que no dejan de mirarnos y sonreírnos. Kioto nos dice que los locales no acaban de acostumbrarse a ver occidentales y les encanta echarse fotos con nosotros. Le decimos que les pregunte si quieren una foto. Las chicas muy cortadas le dicen que si y allá que vamos. Nos miran con unos ojos como platos 😀 Nos hacemos una foto con nuestra cámara y otra con su móvil. Seguro que andamos por el wathsapp de alguna adolescente javanesa 🙂
Luego entramos al templo y alucinamos con lo que vemos. En el interior hay un Buda de 3m de altura en posición sentada y con sus manos en dharmachakra es decir, enseñando la rueda de la vida. Acompañado por otros dos en postura de abhaya mudra que representa la protección y la bendición, y de vitarka mudra que representa la sabiduría y el conocimiento.
El templo por fuera puede parecer más de lo mismo, pero que conserve las figuras de Buda originales, esculpidas con tanto realismo, hace que este sea el más nos guste de la jornada.
Como buena budista, compro unos inciensos (1.000 rupias) y siguiendo el ritual, los enciendo frente al gran buda. Kioto alucina y en cuanto puede me pregunta. Dice que es la primera vez que guía a una occidental budista 😛
Al salir vemos que hay un grupo de franceses que estaban visitando el templo que se dirigen hacia la salida y en seguida, les asalta el grupo «sarong». Y os preguntaréis ¿qué es eso? Pues un grupo de locales que te asalta siempre a la salida de los lugares de interés ofreciéndote sarong, abanicos, figuras, souvenirs o lo que se tercie que vendan… todo ofrecido a grito pelado y de un modo muy cansino. Cuesta «quitárselos de encima».
El guía nos dice que junto al templo hay un ficus milenario. Algunas de sus ramas en lugar de crecer hacia arriba, crecen hacia abajo hasta volver al suelo. Él las usa como lianas y nos invita a subirnos a ellas como si fuéramos Tarzan. Menudas risas 🙂
Junto al templo también amontonan cientos de piedras que antiguamente conformaban una parte de él. Salimos discretamente para evitar a los vendedores y vemos que hay un monasterio budista. Kioto nos dice que se puede entrar en él gratuitamente. Nos deja 30 minutos a nuestro aire para disfrutar del lugar. Está formado por varios edificios y rodeado por jardines decorados al estilo zen que tanto me gustan a mi.
Encontramos una gran campana de bronce y varias estatuas de buda en varias posiciones. Estamos solos visitando el lugar, con el sol que cae y el entorno es mágico.
Se nos hace de noche aquí y ya salíamos del recinto cuando vemos que hay un buda recostado que nos llama la atención y vemos que junto a él, se encuentra una sala dónde hay otro junto a un altar budista, así que entramos.
En nuestros viajes a Japón siempre habíamos visto budas sentados, nunca uno recostado y nos sorprende gratamente. Éste tiene una postura relajada, como si durmiera. Años más tarde, los volveríamos a ver reclinados en Tailandia 🙂
Los 30 minutos se nos pasan volando y ya con noche cerrada, vamos hacia el coche. Nos encontramos a Kioto hablando con unos españoles. Charlamos unos minutos con ellos, y luego retomamos el viaje de vuelta al hotel. Son solo las 18,30h pero llevamos todo el día sin parar, y con un tute de carretera tremendo. Estamos agotados y todavía tenemos 1h de viaje. Como ayer, Kioto nos dice que él se quedará cerca de su casa y que Ajo nos llevará hasta el hotel. Mañana nos recogerán más tarde ya que el día será más relajado.
Cuando llegamos al hotel, le damos una propina a Ajo, se la ha ganado pobre hombre con esas 8h de coche que se ha chupado hoy. Subimos a la habitación y nos damos una buena ducha. Luego, igual que ayer, bajamos a cenar al restaurante del hotel. Hoy nos zampamos unas hamburguesas rebuenas y pronto a dormir que estamos KO.
Buff lo de las horas en coche me mata O.O
Pero bueno, al menos parece que con el guía muy bien y mucho intercambio cultural, no?
un abrazo!
Lo de las horas en coche fue lo que peor llevé y más con esa forma de conducir que tienen… Pero el guía fue un acierto, hablamos de muchos temas e intercambiamos mucha información. Gracias por tu comentario Vero!