23/09/2014 (día 8): última mañana de navegación hacia Kumai y volvemos a Java para alcanzar el Nirvana en el Borobudur
A las 6h amanece un nuevo día, el último a bordo del klotok pero hoy también será un gran día porque visitaremos el Borobudur. Como os decía, nos despertamos con el sonido del amanecer en la selva… ¡qué pasada! El desayuno de hoy consta de unas tostadas con mermelada de piña casera, unos huevos revueltos, zumo y café con leche.
A las 7h nos ponemos en marcha hacia el puerto de Kumai, ya que nuestro vuelo hacia Java sale por la mañana, y les pedimos a los chicos de la tripulación llegar con tiempo.
Durante el trayecto, Maitza nos pide que le escribamos algo en su diario de viajeros. Le dedicamos unas amables palabras hacia ella y la tripulación, y explicamos como podemos la gran experiencia vivida en este lugar. Es realmente difícil ponerle palabras a todo lo aquí sentido. Tras una hora de navegación, llegamos al embarcadero de Jenie en Kumai. Allí nos recibe él, y con mucho pesar nos despedimos del barco y de su tripulación. Se han portado de fábula con nosotros. Han sido amables y muy atentos en todo momento y sin duda, recomendamos muchísimo hacer este tour con ellos.
Jenie y Maitza nos llevan al aeropuerto de Pangkalan Bun. De camino Jenie se interesa por saber cómo nos hemos encontrado a bordo y cómo han ido las visitas a los campamentos. Descubrimos que es un gran futbolero y que le gusta el Barça, así que tenemos tema de conversación con él ¡jeje! Nos cuenta que una vez fue al aeropuerto a recoger a unos españoles y se presentó con la camiseta del Barça. Cuál fue su sorpresa cuando descubrió que los españoles ¡¡eran de Madrid y que eran anti-culés!! Menudas risas al imaginar la situación… En media hora estamos en el aeropuerto y nos despedimos de ellos.
Este aeropuerto ya os comenté que es pequeñísimo. Consta de tres habitaciones. Una para el control de seguridad y facturación, otra de espera para salidas y otra de recogida de equipaje para las llegadas. Tras pasar el «cutre» control de seguridad dónde de nuevo nos choca que no tengamos que vaciar bolsillos, quitar metales ni chaquetas.
Pasamos a la sala de facturación dónde hay dos mostradores, de las dos únicas compañías que vuelan aquí: Kalstar y TransNusa. Tras los trámites de la facturación, vemos cómo sacan nuestra maleta hacia la zona de pista por una ventana. ¡Buenísimo! Nosotros volamos de nuevo con Kalstar pero esta vez a Semarang. Allí nos recogerá el guía que tenemos contratado para los siguientes tres días.
Tenemos que esperar hasta las 10,20h que salga nuestro vuelo. Antes de acceder a la sala de espera, pagamos las tasas aeroportuarias, (10.000 IDR pp). Recordad que las tasas siempre se pagan en efectivo.
Por suerte, llevamos una tarjeta local de datos y nos podemos conectar a internet, lo que hace nuestra espera más amena. Después de 2 días sin conexión, pasamos el rato bien entretenidos mirando redes sociales, correo y whatsappeando con nuestra familia y amigos. El mejor whatsapp se lo lleva mi madre. Es del 1r día en Borneo y me dice «no veo hotel para esta noche ni mañana… ¿¡dónde dormís?!» y una auto-respuesta a los pocos minutos «he revisado la guía que me pasaste y veo que dormís en ¡¡¡LA SELVA!!! Tened mucho cuidado» 😀 ¡me parto con su reacción! y en seguida le escribo para decirle que todo ha ido bien, que ha sido una súper experiencia y les envío algunas fotos y vídeos 🙂
No sé si tenéis costumbre de hacerlo o no. Sé que nuestros padres padecen cuando nos vamos tan lejos, y siempre les envío por email una guía con el itinerario que seguiremos, los horarios y códigos de los vuelos, los hoteles dónde dormimos cada noche con los datos de contacto, el teléfono de la embajada y qué hacer en caso de urgencia. Además, nos registramos como viajeros al extranjero en la web del Ministerio de Asuntos Exteriores. Creo que puede ser de gran ayuda para localizarnos si ocurriera alguna cosa. Ya se sabe, más vale prevenir que curar.
Como iba diciendo, tras una hora de espera «poniéndonos al día», vemos en la pantalla nuestro vuelo a Semarang, así que nos dirigimos a la puerta de embarque que no es más que una puerta que da directamente a pista con dos personas que te miran los billetes (nada de mirar el pasaporte) y pa’lante.
Como ya hicimos al llegar, nos dirigimos a pie hacia nuestro avión. El vuelo sale puntual, algo que nos sorprende teniendo en cuenta la fama de impuntualidad que tienen los aeropuertos indonesios.
Hoy abandonamos este lugar que seguro recordaremos siempre, y volvemos a la isla de Java para visitar la ciudad de Yogyakarta y sus alrededores. Pero no hay vuelo directo de Pangkalan Bun a Yogya por lo que volamos al norte de la isla, donde está uno de los aeropuertos más cercanos. El vuelo transcurre tranquilo y esta vez también nos sirven un piscolabis. ¡Cómo molan estas low cost!
Una hora de vuelo y llegamos al aeropuerto de Semarang… que no es mucho más grande que los que llevamos visitados estos días.
Lo primero, retrasar el reloj y es que en Java hay 1h menos. Entramos en la terminal y esperamos a recoger nuestras maletas. Aquí de nuevo vienen esos amables caballeros que pretenden recoger tus maletas y llevártelas por un módico precio. Recogemos nuestras maletas de la cinta y salimos hacia fuera. Aquí también nos comprueban que nuestras maletas nos corresponden.
En la zona de llegadas nos reciben un montón de guías, conductores y gente que ofrece tours. Localizo al tipo que lleva el cartel con nuestro nombre y nos dirigimos hacia él. El guía que hemos escogido para estos días es Sukkiato, aunque se hace llamar Kioto. Nos cobra 60€ por día e incluye guía en español, transporte y conductor, gasolina y peajes. Es algo caro, pero el hecho de que sea en español lo encare bastante.
Nos recoge su conductor y nos encaminamos a Yogyakarta. Realmente no debería ser un largo trayecto, son 130km pero con esas carreteras de Dios que me tienen y el tráfico que parece que te encuentres permanentemente en medio de un atasco de una gran ciudad… pues hace que el viaje sea de ¡3h! Un pequeño tramo se hace por autopista. Lo que para ellos es una autopista para nosotros es una nacional, y el resto por su nacional que es una carretera comarcal de montaña para nosotros 😛
Tras un larguísimo viaje en el que ya no sabemos cómo ponernos, nos acercamos al fin a Yogya. Durante el trayecto, Kioto nos ha ido explicando ya algunas curiosidades sobre Indonesia y Java. Sus religiones, sus gentes, sus costumbres… se ve un tipo agradable y aunque no domina al 100% el español, hace verdaderos esfuerzos por hablarlo y aprender algunas palabras que no conoce. Nos dice que podemos visitar hoy el Borobudur y así mañana no habrá que madrugar tanto e iremos más relajados con el tour. Nos parece una idea genial. El Borobudur fue uno de los principales motivos de visitar Indonesia y además nos apetece mucho ver algo más que no sea la tapicería del coche y atascos 😛
Sobre las 14h y a pocos kilómetros del templo, nos dice de parar a comer en un sitio que conoce que está chulo. Es un complejo de restaurante con música javanesa en vivo, tienda y taller de orfebrería. No recuerdo lo que nos costó la comida pero no fue cara para la pinta del lugar. Tomamos unos platos de pasta con un refresco… nos apetece variar la dieta 🙂
El sitio es muy bonito y se come la mar de tranquilo. Tras la comida, entramos con Kioto al taller de orfebrería dónde nos enseñan cómo trabajan la plata de forma artesanal. Hacen unas figuras del Borobudur preciosas en plata, pero el precio pica. Luego entramos a la tienda. Tienen café de Luwak y nos compramos un paquete. El Kopi Luwak está considerado uno de los mejores cafés del mundo.
El proceso consiste en que el animalillo llamado Luwak (una especie de hurón) come los granos más maduros y selectos de las plantaciones de café. Éste tiene unas enzimas en su estómago que le dan un sabor muy característico al café ya que es capaz de romper las proteínas del grano que producen su amargor. Una vez lo expulsa, lo lavan y relavan y lo tuestan. Si sabes la historia del café antes de tomarlo reconozco que puede dar asquete, pero de verdad que no he probado mejor café en mi vida.
[Lo que descubriríamos años más tarde es que hay auténticas mafias con los Luwak y que explotan a los pobres animales para que produzcan grandes cantidades de café y así, ganar millonadas (es uno de los cafés más caros del mundo). Así que en parte, nos arrepentimos de habernos emocionado al probarlo.]
Tras la compra, volvemos al coche y en pocos minutos llegamos al parking del Borobudur. La entrada es especialmente cara y sobretodo si lo compras con los precios de allí. Casi 30€ por persona pero se trata del templo budista más grande del mundo y está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es para los budistas, lo que la Meca es para los musulmanes.
La entrada incluye un par de botellines de agua y un sarong. ¡Nuestro primer sarong! ¿Y qué es eso? Os estaréis preguntando. Un sarong es una especie de pareo que usan los indonesios para entrar a sus templos, sean budistas o hinduhístas. Para ellos, de cintura para abajo, es la parte impura del cuerpo y por tanto hay que taparla como señal de respecto a sus dioses.
Y ya preparados, nos adentramos en el parque que rodea al templo. Como buena budista, estoy encantada de estar aquí. Para mí será toda una experiencia que tampoco olvidaré jamás.
Construido entre los años 750 y 850, es un santuario y lugar de peregrinaje budista. Consta de seis plataformas cuadradas coronadas por tres plataformas circulares y está decorado por más de 2.600 relieves que relatan la vida de Buda y por 504 estatuas distintas de éste.
La visita comienza en la base del monumento y se va ascendiendo a través de un camino a través de los tres niveles de la cosmología budista o naturaleza de la mente hasta llegar a la cima que representa el Nirvana.
Os dejo el enlace a la Wikipedia dónde explica la historia, el redescubrimiento y algunos detalles del templo por si os interesa saber más.
Nos adentramos en esta mole de templo y vamos descubriendo los distintos pasajes de la vida de Buda. Es un lugar que me dejó sin habla, literalmente. Así que mejor que soltaros más rollo, os dejo unas cuantas imágenes del lugar.
Vamos ascendiendo por las distintas plataformas, y Kioto nos va explicando la vida de Buda conforme la vamos viendo en los relieves, así como detalles del Budismo.
Conforme vamos ganando altura por las distintas plataformas, empezamos a disfrutar de las vistas que ofrece el lugar, construido sobre una colina rodeado de un gran parque y de las estupas que conforman la cima del templo.
Hay poca gente visitando el templo y Kioto nos ha dejado media hora para nosotros solos, así que disfrutamos en silencio del lugar. La puesta del sol que se acerca le da un aire más mágico si cabe y le da un color a las piedras precioso.
Estamos solos y se respira mucha paz en el ambiente. ¿O será que me siento yo en paz en este lugar? Sea como fuere, me siento fenomenal aquí y creo que solo por visitar este lugar, el viaje ha valido la pena.
Conforme se alcanza el Nirvana, las estupas cambian la forma de sus agujeros haciendo un símil del desprendimiento de lo material y lo físico que se necesita para ello. Hasta llegar a la estupa central que no tiene ninguna apertura. Dado que representa que cuando lo alcanzas, no necesitas nada para tenerlo todo, para conseguir la felicidad y la paz absolutas.
No vemos el momento de irnos de aquí 🙁 pero se acercan las 17h y Kioto nos espera fuera del templo para disfrutar de la vista completa del Borobudur y quisiéramos ver la panorámica antes de que cierren a las 17,15h. Así que con mucho pesar y empapando mi retina con instantáneas de este lugar, vamos bajando hasta volver a la base.
Kioto nos lleva a un punto del recinto desde el cuál podemos ver el edificio completo. Parece mentira que hace más de mil años fueran capaces de construir algo así. Me quedo sin habla, igual que me pasó frente a algunos templos egipcios.
Al cierre nos dirigimos al coche y emprendemos el viaje de 1h que nos queda hasta el centro de Yogyacarta dónde tenemos nuestro hotel. A las afueras de la ciudad, Kioto nos dice que él se queda ahí ya que vive en esa zona y que el conductor nos llevará hasta el hotel. Pactamos la hora de recogida de mañana y nos despedimos de él.
El conductor nos lleva hasta nuestro hotel, el Melià Purosani Hotel Yogyakarta. Tenemos reserva para tres noches con desayuno incluido. Le damos una propina al despedirnos, el tipo se la ha ganado con la paliza de conducir que se ha pegado hoy.
Hacemos el check-in, y el hotel está muy bien. Conseguí una oferta para una suite a precio de habitación doble y nos llevamos una sorpresa al ver que la habitación está en la planta VIP. Se trata de una habitación muy amplia, con un gran baño con ducha y bañera y en un piso alto. Así que tenemos unas buenas vistas de la ciudad.
El hotel está en el barrio de Malioboro, uno de los más turísticos de la ciudad y dicen de los más seguros, pero estamos agotados y no nos apetece nada salir a buscar dónde cenar. Decidimos quedarnos en el restaurante del hotel. Tomamos unas pizzas bien ricas con piano en directo. Tras la cena, ducha, hablamos con los nuestros para decirles que estamos en el siguiente destino y a dormir que el cuerpo ya no da más de si.
oooooooooh que pena dejar la selva!!! aunque el templo es una pasada!!
Nosotros también les dejamos la ruta y los contactos de los hoteles a nuestros padres 😉
El primer viaje que nos fuimos solos, y sin apenas internet fue Japón! así que imagina xDDD
Muy chula la entrada!
Creo que no cuesta nada y ellos se quedan un poquito más tranquilos…
Gracias por el comentario guapi!